Breve artículo para aclarar un punto muy debatido últimamente.
Ciertamente, el transporte de petróleo y derivados líquidos (o fácilmente licuefactables, como el GLP) es mucho más sencillo que el gas natural (que exige una enorme inversión económica y energética para bajarlo a los -169ºC en que se licua).
Por lo tanto, para Rusia es mucho más sencillo cambiar las rutas de exportación de petróleo que de gas natural (que exige la construcción de nuevos gasoductos o de nuevos trenes de licuefacción y metaneros).
Ahora bien, ¿cómo de importantes son ambos rubros en el total de exportaciones rusas? Creo que en esto hay mucha confusión.
Desgraciadamente, nos han vetado el acceso a la página de Gazprom, que es la empresa que tiene el monopolio de la exportación del gas en Rusia (una censura para la que la Comisión Europea no tiene mandato legal, contraviniendo la legislación española que exige tutela judicial).
Esas exportaciones de gas natural, por gasoducto o metaneros, sabemos que suponían en Abril 387 millones de m³/día a países fuera del entorno de la CEI (los cuales lo reciben con un generoso descuento). De los cuales, 298 se dirigían a las fronteras occidentales (incluida Turquía). Como Turquía no está aplicando sanciones a Rusia, podemos retirar sus importaciones del total europeo (27.150 Mm³/año hacen una media de 74 Mm³/día).
Por lo tanto, podemos concluir que las exportaciones de gas natural ruso a Europa suponen 224 Mm³/día, o el 58% en volumen. Suponiendo que el precio sea homogéneo (los contratos son confidenciales), la capacidad de reducir las exportaciones rusas con un veto europeo al gas natural son, por tanto, de 32.128 M$.
Sólo con el petróleo y derivados, exportaciones que sí puede colocar en otros mercados aceptando un descuento del 10-20% (sobre un precio que es más del doble de la media de los últimos 10 años), obtuvo el año pasado 229.098 M$.
De hecho, con estos precios de la energía disparatados a consecuencia de las sanciones, Rusia (y aún más el resto de exportadores) está ganando con ellas más dinero que nunca. ¿De qué sirve recortar en un 58% el volumen de sus exportaciones, si el precio es nueve veces más caro?
Hasta aquí, son habas contadas. Ahora mi opinión: esta maniobra de desestabilización de Ucrania, que sigue a operaciones de la misma naturaleza en Libia y Siria, tiene como consecuencia necesaria que Rusia se desangre y el resto de Europa se debilite y se someta a los dictados de Washington. Lo que dudo es cuál de ellos será el objetivo principal, y cuál el secundario.
Voy a procurar explicar un poco cómo está la situación económica, a nivel muy básico, para quien no tiene ni idea de economía ni mucho interés por comprenderla.
Llevamos desde la crisis del 2008 con una economía en estado de emergencia, con los mercados de renta fija (bonos, deuda de las administraciones y las empresas) intervenidos. Y es que tanto el Estado, como las empresas, como los mismos particulares tenían un volumen de deuda inasumible. Así que los bancos centrales de las economías «desarrolladas» se pusieron a comprar esa deuda. Cada título que compraban en el secundario, era dinero nuevo que se inyectaba a la economía, mientras bajaban el rendimiento de los bonos. Esta maniobra, de forma conjunta a la bajada de los tipos de interés de referencia, hacía que fuera más barato endeudarse, dando un alivio a las economías (públicas o privadas) más endeudadas e insuflando más combustible (dinero) a unas economías que les costaba coger fuerza (especialmente a este lado del charco).
Algunos agentes (en España, los particulares) aprovecharon para desapalancarse, la deuda de otros es hoy inasumible al cuadrado en un contexto de tipos de interés no intervenidos.
Pues bien, con los tambores de guerra se dispararon los precios de la energía, el petróleo y el gas, que tiraron también del carbón (bien sustitutorio) y de la electricidad (producto del gas). Igualmente han subido el precio de los cereales y aceites de semillas, así como de los fertilizantes que, a su vez, han provocado una disminución del rendimiento de los cultivos que a su vez incide de nuevo en el precio del grano.
Esta es una inflación exógena, al menos en Europa la inflación subyacente (excluida energía y alimentación) se mantenía más o menos controlada, a diferencia de EEUU que con pleno empleo, cheques COVID, y la sensación de riqueza de una burbuja generalizada (bolsa, criptomonedas, inmobiliario…) tiene un problema más serio, aunque también una economía más robusta para sostenerlo (mientras el dólar no pierda su magia).
Ahora, esta inflación exógena se está trasladando, como no podía ser de otra manera (energía y alimentos son la base de la sociedad), al resto de la economía. ¿Y cual es la forma de atajar la inflación? Levantando el pie del acelerador, para inyectar menos combustible (dinero) en la economía. Es decir, subir los tipos de interés (que ya habían bajado de cero en algunas referencias, lo cual es un sinsentido económico) y abandonar las políticas de facilitación cuantitativa (compras de deuda para rebajar los rendimientos, que implica crear dinero de la nada). De esta forma se enfría la economía, pero ya hemos dicho que en el caso europeo, la inflación no venía de una economía sobrecalentada (el panorama era más bien de atonía) sino que es un fenómeno externo debido a la guerra y la cascada de sanciones.
Aquí tenemos un problema, que se llama estanflación. Una economía que languidece pero un entorno de alta inflación importada. Una subida de tipos encarece el crédito, enfría la economía y puede meternos en una depresión. Pero en el caso de economías tan sobreendeudadas (no sólo a nivel público sino, sobre todo, privado, pues muchas empresas han iniciado una huida hacia adelante comprando participación en el mercado en base a nuevas inversiones sufragadas con deuda), el peligro es aún mayor: elevar el coste de la deuda puede llevar a muchas empresas e incluso algún país al colapso.
Pero la alternativa, que es no atajar la inflación y seguir deprimiendo artificialmente los tipos de interés, metiendo más dinero en el sistema para mantener la ilusión de riqueza que generan las burbujas-de-todo es también un camino al desastre. Esa inflación exógena que hablábamos, si no se ataja, puede generar una espiral inflacionaria endógena, retroalimentada por los trabajadores demandando subidas salariales (se habla de «moderación» salarial, lo cual implica que los salarios deben ser inmoderados, no sé los de quién) y los empresarios pretendiendo mantener sus márgenes de beneficio, que acabe en una subida de precios desordenada que mine la economía (necesita una cierta estabilidad de precios). Realmente, la inflación no es un fenómeno tan terrible, de hecho es una ventaja para los deudores sobre los acreedores (básicamente, la banca). Pero la hiperinflación sí que es un monstruo que destruye la economía y hunde a todos por igual.
En resumidas cuentas, tiremos en un sentido o en otro, tenemos un problema. Así que el ECB tendrá que hilar fino, bien lo sabe Lagarde, para controlar la inflación sin meter a Europa en recesión (el ciclo económico de la recuperación post-pandemia ya se da por muerto, ya van tres crisis in a row).
Obviamente, en el Kremlin eran conscientes de todo ello y, de hecho, han avisado reiteradamente del efecto boomerang que podían tener las sanciones. Y obviamente también que tanto en el ECB como en las cancillerías europeas todo esto es bien sabido, porque es muy básico. Por eso Francia y Alemania apadrinaron los acuerdos de Minsk I y II, porque sabían que de liarse en Ucrania los europeos íbamos a salir chamuscados. Pero EEUU ordenó a su mascotita circense en Kíev seguir adelante con el proceso de limpieza étnica en el Este de Rusia, pasando de los acuerdos firmados por el anterior gobierno de Poroshenko (y Zelensky se suponía que era su alternativa pacifista, qué gracia).
Y en estas estamos. Mientras dure la guerra y las sanciones (que pueden durar mucho más que la guerra), los precios de la energía seguirán por las nubes, lo cual obligará al ECB a endurecer su política económica a regañadientes, enfriando la economía y llevando a empresas y administraciones al abismo del impago.
Fue el otro día, al salir escandalizado de la frutería al ver pimientos a más de 5€, que empecé a pensar en la posibilidad no tan fabulosa de que Rusia gane la guerra. La importante, la económica. La estrategia económica estaba mejor planificada que la militar (de hecho, ahora el problema que tienen es la fortaleza del rublo, bendito problema cuya solución es rentable para el banco central que lo padezca: vender su propia moneda de la cual dispone en cantidad ilimitada).
Será interesante ver qué grado de deterioro de la economía son capaces de soportar los gobiernos europeos antes de romper la obediencia a EEUU y promover la vuelta a un acuerdo negociado (que ya no podrá ser bajo los términos de Minsk). A ver a quién tienen más miedo, si al largo brazo ejecutor de Washington o a la ira de su propia población empobrecida.
Comparto este artículo, y publico algunos de sus párrafos, por su enorme interés para comprender uno de los pilares de la maquinaria económica mundial. Data de la segunda invasión de Iraq, pero es un mecanismo que lleva operando más de medio siglo. Las negritas, quiero decir, las racializadas, corren por mi cuenta.
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Al final de la Segunda guerra mundial se llegó a un acuerdo en la conferencia de Bretton Woods, que fijó el valor del oro a $35 la onza y esto se convirtió en el patrón internacional contra el cual se medían las divisas. Pero en 1971 Richard Nixon sacó el dólar del patrón oro y, desde entonces, el dólar ha sido el instrumento monetario global más importante… y solamente USA puede producirlo. El dólar, ahora una moneda sin respaldo, está alto, a pesar del déficit récord de cuenta corriente y el estatus de USA como la principal nación deudora (N.d.M: como consecuencia directa e inexorable de ese déficit).
[…]
El comercio entre las naciones se ha convertido en un ciclo en el cual USA produce dólares y el resto del mundo produce lo que los dólares pueden comprar. Ya las naciones no comercian para lograr ventajas comparativas, sino más bien para lograr los dólares que necesitan para el servicio en dólares de sus deudas externas, y para acumular dólares como reserva, a fin de mantener el valor de cambio de sus divisas domésticas.
En un esfuerzo por prevenir ataques especulativos y potenciales ataques perjudiciales a sus divisas, los bancos centrales de estas naciones deben adquirir y mantener reservas de dólares equivalentes a su propia moneda circulante. Esto crea un apoyo incorporado para un dólar fuerte, que a la vez obliga a los bancos centrales del mundo a adquirir y mantener más reservas en dólares, haciendo al dólar más fuerte. Este fenómeno es conocido como «la hegemonía del dólar», el cual es creado por la peculiaridad geopolíticamente construída de que las mercancías críticas, principalmente el petróleo, se denominan en dólares.
Todo el mundo acepta dólares porque los dólares pueden comprar petróleo.
La realidad es que la fuerza del dólar, desde 1945, reside en ser la divisa internacional para las transacciones petroleras globales (es decir, «petro-dólar»). USA imprime cientos de billones de estos «petrodólares» sin respaldo, los cuales son entonces usados por las naciones para comprar petróleo y energía de los productores de la OPEP (excepto actualmente Irak y en cierto grado Venezuela). Estos petrodólares entonces son reciclados de la OPEP nuevamente hacia USA, vía letras del tesoro u otros activos denominados en dólares, tales como acciones, bienes inmuebles, etc. El reciclaje de petrodólares es el precio que USA ha extraído desde 1973 de los países productores de petróleo por su tolerancia al cartel exportador de petróleo. Las reservas de dólares deben ser invertidas en activos norteamericanos, lo cual produce un excedente en la cuenta de capital de la economía de USA. El excedente de la cuenta de capital financia el déficit comercial. (N.d.M: Y aún así, el déficit por cuenta corriente sigue creciendo, a pesar de ser básicamente la suma de las dos anteriores, el balance comercial y las transferencias de capital, de puro enorme que es el primero. Podríamos resumir la cuestión en que los EEUU están gorroneando al resto del mundo).
Mientras tanto, una UE que debe pagar a precio disparatado sus importaciones de energía, ve cómo el € cae frente al $. Los gasoductos no nos hacían dependientes de Rusia, nos daban la LIBERTAD de poder escoger la mejor oferta. Ahora sí que somos totalmente dependientes de los vitales cargamentos de LNG (en buena parte, gringos), y tenemos que pagarlos al precio enloquecido que nos exige el mercado, pues no tenemos alternativa (el diferencial entre la cotización del gas en Europa respecto a otras partes del mundo se ha disparado, precisamente porque, empujados por USA, hemos aceptado autoimponernos una carestía artificial).
¿De verdad las sanciones son para putear a Rusia o para hundir a Europa? Porque en este movimiento, al Estado ruso le acaban de hacer un regalo de 2,2 G€, mientras que a Renault (participada por el Estado francés) le acaban de quebrar una vía estratégica de crecimiento. ¿Qué puto sentido tiene esto?
Otras empresas europeas que salen de Rusia son compradas a precios de saldo por empresas turcas o chinas. Imaginad qué coches reemplazaran el hueco dejado en el mercado por Renault u otras marcas europeas. En Geely, Great Wall, BYD o SAIC están batiendo palmas hasta con las orejas ante el espectáculo de los constructores europeos entregándoles el mercado ruso en bandeja (a la espera de lo que hagan japos y coreanos, que no son tan lameculos).
El servilismo de los gobiernos europeos tendrá consecuencias que se dejarán sentir por décadas, con el viejo (sub)continente de nuevo sumido y paralizado por la amenaza de una guerra total en suelo europeo (siempre, todas, lejos de territorio yankee).
Cada pueblo tiene lo que se merece. ¿ALGUNA DUDA?
Por cierto, no sé si habéis caído en la cuenta de que EEUU, al pegarle fuego a la frontera oriental de la UE, no sólo dinamita las relaciones comerciales del bloque europeo con Rusia, sino que también y fundamentalmente corta la vía terrestre del comercio con China, la estación final de la nueva Ruta de la Seda promovida por Beijing.
Doble punto para Washington.
Son profesionales bajo un mando único, y se nota. Se nota la diferencia.
Mientras tanto, Turquía dentro de la OTAN mientras que se sigue surtiendo de gas y petróleo ruso a precio rebajado (si Europa no lo quiere…), y sus conglomerados empresariales recogen lo que las empresas europeas se apresuran a malvender. Punto para Cerdoğan, que será un miserable, pero no un vendido y defiende sus intereses de potencia regional frente a las superpotencias y quien haga falta.
Biden, Putin o Cerdoğan me inspiran repulsión por sus crímenes (la guerra es el crimen generalizado, institucionalizado), pero la escoria política europea, criminal por delegación, es mucho peor: sólo me merece desprecio.
Es acojonante. Me descubro ante la inteligencia de los estadistas europeos.
Pretendían tumbar el rublo con sus sanciones, y lo que han conseguido es que el rublo esté más fuerte que antes que la invasión (EUR/RUB a 76,59, de hecho está en máximos de hace dos años), y lo que ha caído ha sido el € (EUR/USD en 1,05, mínimos de haceveinte años) debido a una economía europea que los mercados internacionales perciben en riesgo (y que, por lo tanto, mantendrá mucho tiempo los tipos de interés por el suelo, para insuflar algo de aliento a su economía).
Es decir, los activos europeos valen menos (son más fácilmente comprables desde otras divisas que se han fortalecido) y las importaciones (en concreto energía) nos resultan más caras, lo cual retroalimenta la inflación (que es la medida en la cual nos empobrecemos).
UN PAN COMO UNAS HOSTIAS.
Y EEUU, partiéndose el culo de cómo los europeos nos volvemos a suicidar en una segunda guerra mundial y media que ellos han promocionado, mientras ellos salen reforzados vendiéndonos su LNG (a precio estratosférico), petróleo y sistemas de armamento, lo cual les permite cerrar, a nuestra costa, el boquete de su balanza comercial.
ES QUE ME CAGO EN DIOS.
ES QUE ME CAGO EN DIOS, CÓMO SE PUEDE SER TAN ZOTES.
Estas son las consecuencias de ser una colonia, un Estado vasallo. No tenemos independencia para fijar la estrategia política acorde a nuestros intereses, sino que nos es impuesta por la potencia que, además, controla nuestras élites políticas y mediáticas.