La mirada del mendigo

17 diciembre 2017

Cómo era Galicia antes de que empezásemos a destrozarla

Filed under: Ecología,Galicia — Nadir @ 17:45

devesa da rogueira

Debería ser evidente que, antes de emprender un camino, deberíamos dilucidar cuál es el destino. Muchas veces he abogado desde este (muy poco) humilde espacio por la regeneración ecológica gallega o, más en general, del noroeste peninsular: una región ecológica y climática devastada por los incendios y los monocultivos forestales.

Algún día, nuestras sociedades abandonarán la bestialidad y se plantearán la restauración de los ecosistemas destruidos, por décadas, siglos de depredación sobre el medio. Pero para ello, el primer paso es conocer cuál era el estado original, cómo era esa combinación de seres vivos que la Naturaleza ensayó (porque no hay inteligencia en ella, actúa a prueba y error, suyo es el tiempo) hasta lograr la fórmula perfecta en la que el sistema lograba el equilibrio entre todas las especies. Es decir, buscamos una máquina del tiempo que nos traslade a la Galicia primigenia antes de empezar la antropización sobre el medio, para conocer cuál era la distribución de las especies y su proporción, al menos las más relevantes para poder caracterizar ese ecosistema con visos a procurar restaurarlo. Como si fuera una obra de arte, lo es, estudiar cómo debió ser el original cuando salió del taller del maestro para devolverle a la tabla o lienzo todo su esplendor original, sin añadidos espurios.

Y es que el infierno está empedrado de buenas intenciones: ponerse a plantar las especies que nos parezcan, sin un estudio previo, puede acabar causando más daño que el que se pretende remediar.

Evidentemente, podemos analizar aquellos escasos rincones de nuestra geografía que se han mantenido moderadamente ajenos a la intervención humana, sin embargo siempre nos queda la duda de qué partes de la obra maestra son las originales, y qué capas de color son añadidos y refacciones posteriores. Al final, no nos queda más remedio que entrar en la máquina del tiempo y viajar a un momento en el pasado en el que el impacto de la actividad humana sobre los ecosistemas fuera aún menor.

Ésta tiene métodos indirectos, como revisar las fuentes históricas. Por ejemplo, sabemos que el legislador gallego considera al Pinus sylvestris como especie autóctona. Todo ser humano racionalmente sano (es decir, exceptuando los funcionarios cuyo universo está limitado por reglamentos) comprende que la Ley no es criterio de veracidad, que algo sea publicado en el BOE o en el DOGA no quiere decir que sea cierto, sólo que hay una administración que lo impone. Sin embargo, repasando la documentación histórica, vemos que según nos remontamos en el tiempo ningún autor hace referencia a los pinos. No hay textos históricos producidos o haciendo referencia a Galicia, que mencionen el pino, lo cual es notable en una sociedad que vivía mucho más en contacto con el medio natural que nosotros. En los textos medievales encontramos referencias a los robles, a los castaños, a los tejos… pero no encontramos mención a ningún pino. ¿Curioso, verdad, tratándose de un árbol «autóctono»?

Revisar el registro arqueológico es otra vía indirecta de aproximación al estudio de los ecosistemas pretéritos. Por ejemplo, podemos investigar con qué especies están construidas las herramientas, vigas, traviesas que han sobrevivido por diversas causas y llegado hasta nuestros días. Roble, aliso, boj… la lista es interminable, cada madera tenía su uso especializado. Sin embargo, sorprendentemente (para quien aún espere una mínima cultura y bonhomía en el legislador), no encontramos nada fabricado con madera de pino, a poco que retrocedamos un par de siglos.

También hay ocasiones que en las excavaciones arqueológicas aparecen restos de frutos, que son el campo de estudio de la carpología. Sin embargo, su aparición está asociada a contextos humanos, y por lo tanto no es una imagen fiel de la distribución de especies vegetales, sino sólo el testimonio de aquellas que tenían aprovechamiento nutritivo.

Así que llegamos al arma más potente de la que disponemos para generar una representación fideligna de los ecosistemas pasados: la paleopalinología, el estudio de los pólenes conservados en depósitos bajo circunstancias excepcionales que los han preservado de la descomposición (generalmente un medio ácido que inhibe la actividad microbiana, como el de las turberas).

Obviamente, sólo nos permite conocer la distribución de especies vegetales, pero recomponiendo el andamiaje vegetal la ecología (rama de la biología que estudia los ecosistemas en su conjunto) puede fácilmente completar (con ayuda también del registro fósil) el puzzle con las especies animales asociadas a ese entorno. Además, gracias al estudio de su estratigrafía, podemos estudiar la evolución de la predominancia de unas especies u otras a lo largo de los diferentes periodos climáticos.

Y bien, he estado revisando los estudios paleopalinológicos para conocer de primera mano cómo era la tierra que habitamos antes de que la empezásemos a destruir, primero con pequeños claros para la agricultura, la ganadería y la obtención de madera como combustible y materia prima. Esos claros se fueron adueñando del paisaje según la demografía se hacía más fuerte y los medios mecánicos para transformar el medio se multiplicaban, hasta alcanzar el máximo en los años ’50 del pasado siglo, en que los ecosistemas estaban arrinconados en las zonas más inaccesibles, y la mayoría del territorio estaba dedicado a la actividad agropecuaria. Que hay también quien pone en este momento, justo antes del éxodo rural, el origen o modelo al que el paisaje gallego debería tender: una Galicia sin árboles, toda pastos y cultivos, tal y como fue recogida en el vuelo americano de 1956. Cuesta tomar en serio a alguien que se plantee que el mundo fue creado a mediados del pasado siglo, sin pretender estudiar qué había antes de ese paisaje extremadamente humanizado, sobre el cual se plantaron los pinos y eucaliptos que vemos hoy.

¿Qué había antes de que ocupásemos el paisaje? No es tan difícil encontrar en la red cumplida respuesta en la evidencia científica disponible:

Estudio palinológico de la turbera de Ameneiros
Aportación al estudio palinológico del género Quercus en Galicia
Los estudios polínicos en España, utilizados en la reconstrucción climática de los últimos 10.000 años
Paleoethnobotánica de yacimientos arqueológicos holocenos de Galicia
Estudio palinológico de la turbera de Pena Veira
Estudio palinológico de la turbera de Sever
Estudio palinológico de la turbera de Schwejk (que, aunque el nombre no lo sugiera, está cerca de Mondoñedo).
Estudio palinológico de la turbera do Río das Furnas.
Análisis paleopalinológico del yacimiento prehistórico de Prazo (Freixo de Numao, Vila Nova de Foz Coa)

Espero sepáis disculpar que me centre en el estudio del país donde habito, que es mi responsabilidad más directa, pero os dejo a vosotros investigar si se os despierta la loable curiosidad de conocer cómo era el paisaje allá donde vivís en aquellos tiempos remotos.

Bueno, y ya está bien de suspense, ¿cómo era esta tierra originalmente?

En los registros polínicos del Holoceno (la era geológica en la que vivimos) se nos revelan unas tierras que van despertando del duro invierno de la última glaciación, en que la vegetación era similar al bosque boreal que nos podemos encontrar en la Siberia actual (la tundra y la taiga), con predominio de vegetación herbácea y en la cual los escasos árboles que soportaban el intenso frío eran coníferas. O sea que sí, Pinus sylvestris es una especie autóctona gallega, tan autóctona como el mamut o el bisonte: es decir, especies que desaparecieron con el cambio de clima hace 10.000 años, quedando reducida su presencia a ejemplares aislados o pequeños grupos en la zona de cumbres (como el pinar de Lillo, que os mostré el otro día). Precisamente Pinus es un género con una lluvia polínica muy abundante, y que como se menciona en el tercer documento enlazado está sobrerrepresentado en las series polínicas, sugiriendo una presencia superior a la real.

Con la mejora de las temperaturas, las especies que se habían refugiado en los valles más abrigados y latitudes más meridionales empiezan su reconquista, y en la avanzadilla ya destaca el padre roble. Según las temperaturas se hacen más amables, entran una enorme variedad de especies arbóreas a costa de una reducción en la presencia de especies arbustivas y herbáceas, signo evidente de que el bosque templado iba colonizando progresivamente los claros y las landas dejados tras el periodo glaciar, hasta hacerse omnipresente.

Muestro como ejemplo el análisis polínico del Tremoal de Sever:

El horizonte 1, la muestra más antigua, corresponde al 5.090BP (datado por C14), es decir, estamos en el Bronce Medio y en unas circunstancias climáticas bastante similares a las actuales (periodo sub-boreal), próximas al óptimo climático.

Entre las especies arbóreas, vemos la preponderancia de quercíneas (robles, encinas, alcornoques), seguidos de avellanos (Corylus) y abedules (Betula). En esta armazón se entretejen otras especies arbóreas en menor número, como alisos (Alnus), sauces (salix), olmos (Ulmus), fresnos (Fraxinus), saúco (Sambucus), Frangula (o que en galego chamamos sanguiño, non sei como lle chamaredes vos).

Entre los arbustos, destacan el género Erica (uces, lo que los palurdos llaman «maleza» que hay que «limpiar» a base de mechero) y Calluna (aquí chámase queiroa, outro tipo de uz).

En cuanto a la vegetación herbácea, destacan principalmente los géneros Poaceae (gramíneas) y Cyperaceae (praderías), entre otras muchas.

Vemos que según avanza el tiempo y se generaliza la agricultura (en fechas muy tardías en estas tierras) y la ganadería, una población humana cada vez más numerosa va clareando ese mar de carballos y las especies herbáceas, al principio anecdóticas, se hacen cada vez más numerosas. Lo mismo para el matorral, el brezo del que se sirve la naturaleza para recuperarse del daño causado por los incendios que, ya en aquellos tiempos, se provocaban para generar pastos.

Nuestras montañas, desprovistas casi completamente de tierra, con las peñas al aire, son la consecuencia de siglos soportando las sucesivas quemas y paso de ungulados domésticos. Como demuestran los registros polínicos, no es pues su estado original, natural, sino un paisaje profundamente degradado a causa de la actividad ganadera, quizá la actividad humana de mayor impacto ecológico cuando se desarrolla según su forma tradicional (ganadería extensiva en el piso montano).

Y, al final de la serie, reaparece el polen de pino, procedente de las repoblaciones en tiempos modernos; ese pino al cual el legislador gallego, sin atisbo de vergüenza, confiere el título de «autóctono» y no dudamos que semejantes miserables le den dentro de un tiempo la misma bendición legal al eucalipto (en otro orden de cosas, la misma política de hechos consumados que emplea el sionismo).

En resumen, esta tierra fue un día el absoluto paraíso; una selva impenetrable que fue poco a poco clareada, modificada, hasta el deplorable, vergonzoso, lastimoso estado en que se encuentra hoy.

Esta ha sido, hasta ahora, la reacción de la sociedad gallega ante la evidencia del ecocidio que están cometiendo:

Porque de la deforestación de hace cuatro mil años puede que no tengan la culpa, pero de la repoblación de pinos y eucaliptos, la vorágine de fuegos, o la proliferación de especies invasoras, quién si no la va a tener

Como hemos dicho, esperemos que más pronto que tarde la suciedad gallega, asturleonesa, portuguesa evolucione y supere su estado de bestialidad que los smartphones y ropa de marca mal disimulan, y tome conciencia de la necesidad de proteger lo poco que queda de ecosistemas autóctonos y la necesidad de reparar todo el mal causado: la regeneración ecológica gallega.

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22 octubre 2017

Incendios: salvar a Galicia de sí misma.

Filed under: Ecología,Galicia — Nadir @ 12:00

La solución a un problema tan complejo como la recursividad de los incencios forestales en el NW peninsular debe venir, necesariamente, de un análisis de sus causas. Las soluciones deberán necesariamente ser de naturaleza política como corresponde a un problema tan imbricado en la sociedad.

Voy a particularizar para el caso gallego por la comodidad que da la cercanía (también por ello escojo escribir en la lingua franca), pero todo lo subsiguiente es perfectamente extrapolable a sociedades hermanas como la portuguesa o la asturleonesa. El orden en la exposición será de las actuaciones más generales a las más directas y concretas.

1 Existe un verdadero y último responsable de esta criminalidad incendiaria: la ignorancia y la miseria en la que vive el rural gallego. Una persona cultivada, con un buen trabajo, no va dejando mechas encendidas por el monte. Por lo tanto, la base para erradicar la plaga de incendios es algo tan sencillo de enunciar y tan difícil de realizar como conseguir que llegue la civilización y el desarrollo a la sociedad gallega, más allá de la superficial materialidad.

Igual que un analfabeto funcional no tiene criterio para valorar una obra de arte y tanto le da Ingres que Warhol, Oscar Wilde o Ken Follet, y para el cual un lingote de paladio es sólo un pedazo de metal sin utilidad, tampoco es capaz de distinguir un ecosistema boscoso bien preservado de una plantación forestal, que viene a ser como un menú de hamburguesería al arte culinario. En la vulgaridad del que adquiere sus referencias musicales escuchando las radiofórmulas, así vive la sociedad gallega complacida con la idea de que vive en un paraíso natural, incapaz de comprender que su estupidez, indolencia y codicia han convertido los montes gallegos es un desierto verde, un yermo ecológico donde los ecosistemas autóctonos son pequeños atolones permanentemente amenazados por el fuego y la introducción de alóctonas. No hay región europea que presente una destrucción más profunda de sus ecosistemas que el cuadrante noroccidental de la península Ibérica y aún se tiene la desfachatez de pretender, con la desvergüenza que da la ignorancia, que tienen algún valor sus paisajes ambientalmente devastados.

Así pues, la labor más urgente y perentoria es la de elevar el nivel educativo de la población, y no sólo aquella en edad escolar, para que sean capaces de percibir la inmundicia en la que bracean. Que comprendan la barbarie de actos como provocar un incendio o encogerse de hombros mientras no amenace su propiedad, de introducir especies invasoras como las de los géneros pinus (ninguna de cuyas especies es autóctona, a los estudios paleopalinológicos me remito), eucaliptus, acacia, considerar el monte como el vertedero en el que hacer desaparecer desde una lata de cerveza a un frigorífico, diseminar cebos envenenados o armar lazos, usar insecticidas en época de polinización o glifosato como si fuera agua bendita et caetera. En el mejor de los casos, la población ha acogido con indiferencia cómplice la silenciosa destrucción de su patrimonio natural, y sólo se altera y alarma cuando se manifiestan las consecuencias de su crimen ecológico: los incendios forestales.

Para ello se puede sugerir que la ecología entre en el currículo escolar (debería empezarse por elevar el nivel del cuerpo docente) o campañas de información y educación en las aldeas pero, realmente, lo que elevaría el nivel cultural general de este pueblo es el progreso socioeconómico. Es evidente, para trabajar en la agricultura de subsistencia que aún persiste en el rural no hacen falta muchos estudios, pero sí para trabajar en una economía moderna.

La división de roles productivos del franquismo diseñó para este país el cometido de proveer de madera barata a la industria de la celulosa y los tableros de aglomerado. El resto, actividad primaria e incubadora de carne para la emigración. Es ineludible sobreponerse a este hado legado del fascismo y siglos de monarquía castellana y proyectar una industrialización en aquellos sectores con mayor potencial de crecimiento (nanotecnología, robótica industrial, IA…), con capital público, dado que el privado ha demostrado ser impotente e incapaz.

No hay ninguna ley natural que condene a este país al subdesarrollo y alinearse entre las naciones tecnológicamente más avanzadas y prósperas; el límite estará sólo en la ambición de la sociedad por superarse. Para ello, la sociedad deberá realizar un enorme esfuerzo de educación, formación y capacitación de trabajadores para esos nuevos sectores económicos, de forma sincrónica a la creación de empresas que los acojan (si no, estaremos formando futuros emigrantes y profesionales sobrecualificados abocados al subempleo).

Sólo un poderoso despegue económico sacará a Galicia del marasmo en el que está sumida, arrancando a los jóvenes del mundo de palurdismo y bestialidad de las aldeas e incorporándolos una industria potente y un sector terciario que le dé servicio. Ofreciéndoles alternativas de trabajo en los núcleos urbanos, cada vez serán menos los que van detrás de medio centenar de ovejas con el mechero en el bolsillo. Eso que nos ahorraremos en subvenciones, que deberían ir destinadas a incubar el futuro, en vez de desperdiciar recursos limitados procurando mantener vivo un pasado periclitado.

Por supuesto, en Galicia puede y debe haber un potente sector agropecuario, pero deberán ser profesionales y no la mamarrachada que es el campo gallego hoy en día, en que la inmensa mayoría de tierras están dedicadas al autoconsumo, unas patacas, unos tomates, la leira de millo y unas vacas que se sueltan en el monte para que coman lo que encuentren tras el último incendio.

La única alternativa capaz de competir en el mercado con productores profesionales de otras partes del Estado y del mundo pasa necesariamente por la colectivización y la tecnificación. Que nadie se mueva a engaño, la agricultura del s.XXI sólo asegura un sustento digno a un reducido número de trabajadores por hectárea, que se deberán asociar para reducir los gastos de capital y racionalizar la producción. El pasado es pasado, y a la realidad le es indiferente nuestra opinión al respecto. O logramos producir de forma competitiva, o quedamos fuera del circuito comercial. Que es exactamente lo que ocurre con todas esas tierras agrícolas abandonadas o dedicadas a una agricultura de subsistencia propia del país atrasado, subdesarrollado, que es Galicia (¿cómo osar en soñar con la independencia, no nos vayan a tomar la palabra? pues sin estar a la sombra de un Estado rico que pague subvenciones, nóminas y pensiones, aquí se volvería a pasar hambre).

Una vez echada a andar la maquinaria económica, Galicia recuperaría la dignidad y el amor propio y no tendría que recurrir a la bajeza, propia de un pueblo que no se respeta, de lograr sustento de la explotación destructiva de sus recursos naturales. La ecología, ciertamente, es un lujo que sólo se pueden permitir los países desarrollados, mientras que los miserables de la tierra, aquellos que no tienen otra forma de generar riqueza más que permitiendo el expolio de su país y colaborando en él, no se pueden permitir el regalo y el orgullo de mantener, siquiera una parte significativa de su territorio, en buen estado de conservación como legado a las generaciones venideras. En suma, Galicia es social y económicamente un país subdesarrollado (insisto, sin las transferencias del Estado las condiciones de vida serían las de un país sudamericano); pues bien, yo propongo y pretendo tener como modelo a Alemania o Dinamarca, y no a Perú o Chile, como modelo de país que se respeta a sí mismo y sabe conjugar desarrollo económico cuyo motor es un potente sector industrial, con la salvaguarda de su patrimonio natural, que todo alemán aprende desde niño a respetar y enorgullecerse de él, pues lo siente como propio. Su patria.

2 Todo lo anterior conduce a un mismo objetivo: dignidad. Durante los últimos doscientos años, la creación del Estado-nación español (un mito, como todos los demás) a partir de un patrón cultural castellano (donde residía la corte) ha sido a costa del resto de culturas. En concreto, la cultura gallega ha sufrido un profundo desprestigio, que está en el origen del complejo de inferioridad de esta sociedad y cuya única cura consiste en huir de todo lo que tenga que ver con este patrimonio cultural (tenemos un presidente pontemierdés al cual nunca se le ha escuchado una frase en gallego, ni aún cuando era vicepresidente de la Xunta). ¿Qué tiene que ver la lengua con los incendios? habrá quien se pregunte. Pues tiene que ver todo, ya que la causa de esta actividad incendiaria, así como usar al campo de vertedero, plantar eucaliptos en las veigas y demás conductas propias de salvajes, es el profundo desprecio que siente el gallego por su patria, en acre contraste con el sentimiento de orgullo que puedo encontrar en otras naciones. Una sociedad que destruye sus ecosistemas repoblando con alóctonas, quemando los montes o usándolos de vertedero está proclamando a gritos que desprecia su lar ancestral. Esto es más que evidente: todo el mundo cuida aquello que estima y valora.

Al gallego se le enseñó no sólo a odiar su lengua, su idiosincrasia, sino también su tierra. ¿Para que serven os carballos? Por todo ello, toda solución pasa por recuperar entre el pueblo llano el orgullo de participar de una cultura, que se desarrolló en un paisaje que no estaba dominado por los pinos y eucaliptos. Crear la noción de ciudadanía, de participación en el cuerpo de una nación, una sociedad que comparte y asume responsabilidad de la tierra que habita, un sentimiento de pertenencia y propiedad más allá de las cuatro tirelas que aún figuran a nombre del abuelo en el catastro.

Un pueblo con confianza recobrada por su éxito económico aprenderá a apreciar su historia y herencia cultural, no dejando de hablar la lengua de propia de esta tierra, impidiendo que se vengan abajo las casas de las aldeas, arquitectura popular de una calidad acaso sin parangón en Europa, y exigiendo la reversión de todo el expolio al que ha sido sometida su tierra, cuidando como oro en paño los últimos reductos de vegetación autóctona para que sirvan de núcleo germinal para la…

3 …regeneración ecológica de Galicia. No está en el origen de los incendios, pero sí en la facilitación de su propagación, la actual configuración del monte gallego, puesto a disposición de ENCE y FINSA para poblarlo de monocultivos forestales. Por ello es imprescindible pasar una ley exigiendo a los propietarios de fincas (públicos, comunales o privados) la erradicación de especies alóctonas que se encuentren en sus propiedades. Una vez eliminada la amenaza invasora, habrá que desarrollar planes de recuperación de la cubierta vegetal autóctona y la reintroducción de especies desaparecidas por la modificación del hábitat.

En toda actuación en el medio natural, hay que hacer las cosas muy bien porque es harto sencillo acabar causando un daño aún mayor. Por ello, se deberán llevar a cabo estudios de cuál fue la distribución original (antes de que la acción antrópica modificase ese ecosistema) de cada zona. Antes que la repoblación por transplante, costosa y con elevadas marras, se estudiará la viabilidad de la siembra, empleando toda la capacidad que tiene a su disposición en el Estado (mejor emplear aviones para lanzar bellotas envueltas en bolas de arcilla, que en descargar agua en un incendio). Seguimiento de la plantación con riegos y defensa ante roedores hasta que puedan valerse por sí mismas. Tantas veces habré visto plantaciones testimoniales, para dar la nota verde antes de las elecciones, y abandonadas una vez plantadas morir todas los pies por falta de riego el primer año. Por no hablar de transplantes efectuados fuera de temporada, o con especies inadecuadas (sin que semejante dilapidación de recursos públicos debido a la necedad de un concejal tenga consecuencias).

Por supuesto, la industria forestal tendrá que adaptarse a las especies autóctonas de ciclo más largo, igual que hacen sus homólogos en el resto de Europa, donde hay grandes potencias forestales como Austria, Eslovaquia o Suecia que no recurren para serlo a la introducción de especies forestales invasoras, sino que logran compaginar el respeto a la configuración original de sus ecosistemas boscosos con un aprovechamiento de su madera para aplicaciones de mayor valor añadido (tablones a partir de ejemplares maduros, apeados selectivamente, y no cortas indiscriminadas, a la matarrasa, de ejemplares jóvenes destinados a ser reducidos a virutas, madera barata para mayor beneficio de los accionistas de ENCE y FINSA)

Existe la corriente, no sé si denominarla revival, folk o vintage, que propone como solución devolver los montes, no a su estado original sino al que presentaban hace medio siglo: lomas desprovista de vegetación leñosa, dedicadas a pastos de una ganadería extensiva muy poco productiva (necesita de enormes extensiones para una misma cantidad de producción). A mí me gusta incluso tomar en serio una solución que pretende, para evitar que los montes sean pasto de las llamas, eliminar previamente su cobertura vegetal. Efectivamente, el bosque arde porque tiene árboles y arbustos, sólo a personajes de la talla intelectual de Bush Jr. pueden proponer soluciones del tenor de «muerto el perro, se acabó la rabia» (los bosques arden porque tienen árboles).

Si con la ganadería destruyes un ecosistema (cuando la modificación es tan extrema como eliminar toda vida vegetal más allá de las herbácea, se habla de destrucción) para evitar que sea consumido por el fuego, también podemos presentar como alternativa urbanizarlo. Igualmente, el cemento, ladrillo y hormigón no arden y, de hecho, puede haber más biodiversidad en el jardín de una urbanización que en un monte sometido a ciclos continuos de incendio y pastoreo. ¿Proponemos como solución a los incendios adoquinar el monte? ¿es eso serio?

4 Una clave del desmán que existe en Galicia en relación al resto de socios europeos y, en general, el mundo civilizado es una ausencia de políticas de ordenación del territorio. La población dispersa, tan característica del noroeste peninsular, es una rémora del pasado que debe evolucionar a una población de mayor densidad, centrada en las villas y ciudades.

En un núcleo de población de alta densidad, es mucho más económica y energéticamente eficiente proveer los suministros de agua, electricidad, telecomunicaciones y gas canalizado, así como de tratamiento de aguas residuales. Igualmente, posibilita ser servido por transporte público, mientras que en bajas densidades el vehículo privado se hace imprescindible. A mayores, el consumo energético en climatización (refrigeración/calefacción) es muy inferior en el caso de un bloque de viviendas (la superficie de intercambio de calor con el exterior es muy reducida, apenas la fachada) en comparación con la misma población dispersa en viviendas unifamiliares.

Por lo tanto, la racionalización de la distribución de la población es una clave fundamental para la eficiencia energética (necesaria para crear una sociedad competitiva, próspera) y la lucha contra el cambio climático.

En las aldeas sólo deberá quedar la población que trabaja directamente la tierras circundantes, unos pocos profesionales de la agricultura y la ganadería. Para ello, se concederán ayudas y exenciones para rehabilitar y ocupar las casas tradicionales de las aldeas.

Se limitará el fenómeno de trabajar en la villa y vivir en la aldea, que exige un descomunal consumo energético de esos desplazamientos cotidianos en vehículo privado. Una herramienta fundamental es el IBI, que deberá ser proporcional a la superficie de terreno ocupado (destruido, arrebatado al medio rural o natural). De esta forma, se disuadirá la población en viviendas unifamiliares en favor del crecimiento en altura hasta unos límites razonables (pongamos cinco alturas en las villas y diez en las ciudades). Podrá haber exenciones a la rehabilitación de viviendas tradicionales y su habitación por familias ocupadas en el sector primario.

De esta forma, además, reduciremos la progresiva desaparición del medio rural (tierras de labor) en torno a las villas y ciudades, consumido por urbanizaciones y casas con jardincito, que se expanden kilómetros en torno a los núcleos de población como una mancha de aceite (por evitar otras comparaciones escatológicas) y son un atentado contra la eficiencia energética y el buen gusto.

Esto, en cuanto al suelo urbano. Pero también deberá fijarse legalmente la distribución de suelo agrícola (incluyendo pastos) y forestal, ahora completamente vaga y circunstancial. Llegar a un pacto con la Naturaleza, por el cual ocupamos parte del territorio, y dejamos a los espacios naturales el territorio restante. Yo propongo una distribución 50-50 con la ventaja de poder escoger las tierras más fértiles y aptas para su aprovechamiento económico.

Es absolutamente necesario deslindar ambos espacios, uno en el que debe primar el aprovechamiento económico promoviendo cultivos y pastos de forma profesional y científica para maximizar el retorno económico, siempre claro está dentro de unos límites impuestos por la salud humana y ecológica (uso racional de fitosanitarios, por ejemplo). Y, en la parte reservada a la Naturaleza, debe primar el restablecimiento de los ecosistemas originales y su conservación, y si puede ser susceptible de aprovechamiento económico (madera, setas…), éste deberá estar sometido a las consideración anterior (es decir, estará subordinado a consideraciones ambientales).

En el espacio destinado a su aprovechamiento económico, se deberá realizar una intensa labor de concentración parcelaria hasta un tamaño mínimo de una hectárea. La distribución actual de la propiedad tras siglos operando la herencia en una población creciente ha dado lugar a una completa payasada que hace inviable la explotación agrícola competitiva de lo que debería ser la despensa de la península.

Y en los terrenos forestales, eliminación de especies alóctonas como ya se ha comentado a cargo de sus propietarios, los que han obtenido rendimiento con su introducción, y repoblación con autóctonas (que no necesariamente tienen por qué ser leñosas, no todos los ecosistemas originales son boscosos, aunque sí la mayoría) a cargo de los mismos, pero siguiendo las directrices de proporción entre especies que dicten los técnicos ambientales para reproducir la cobertura vegetal original en cada zona. Creación de un programa de recompra de terrenos forestales para que el Estado pueda hacerse con los terrenos de aquellos particulares que no quieran hacer frente a estos gastos, detrayendo del valor de la tierra los gastos comentados de erradicación de alóctonas y restauración ecológica, con un mínimo en 0 (el precio nunca podrá ser negativo, simplemente los propietarios podrán renunciar a ellas sin contraprestación). De esta forma, conseguiremos revertir una anormalidad histórica originada por el fenómeno desamortizador, por la cual en Galicia, Asturias y Portugal menos del 5% está en manos públicas (por un 30-60% en otras partes de Europa).

En resumen, la situación actual es una distopía en que las tierras de labor están abandonadas o mal trabajadas en una agricultura de chirigota y, por otro lado, no existe espacio protegido a la devastación causada por los cultivos forestales.

Ni siquiera los Parques Naturales, que son en Galicia una broma sin gracia, por ejemplo el emblemático parque das Fragas do Eume, en que sólo el 2% del parque tiene unos valores naturales reseñables que merezcan esta figura de protección, siendo el resto de la superficie del parque un yermo ecológico, poblado de pinos y eucaliptos. En el caso del monte Aloia, es aún más sangrante, pues no sólo tiene ningún valor ecológico sino que es un foco de infección al entorno del parque, de mayor calidad ecológica (bajísima), por la propagación de la acacias que alberga. Finalmente, en el Xurés, simplemente ya no queda nada por quemar que levante más de dos cuartas (lo que ha crecido del último incendio, hasta el siguiente). La situación ecológica gallega es dramática, y sin parangón al Norte de los Pirineos. Propia, como venimos insistiendo, del país social e intelectualmente subdesarrollado que es, por mucho que el analfabeto haya eliminado la boina de su atuendo.

En su lugar, hay que crear una nueva Galicia económicamente potente y eminentemente urbana, en el que también puede aportar riqueza un sector primario eficiente, productivo y profesionalizado. Y, con esta creación de riqueza, el pueblo gallego podrá permitirse el lujo de reservar una parte sustancial de su territorio para la recuperación del paraíso natural perdido: el sueño de la regeneración ecológica gallega.

5 Considero una ofensa a la inteligencia cada vez que escucho a algún portavoz del analgésico discurso oficial, que se hace pasar por periodista, achacar a las condiciones meteorológicas las causas de los incendios. Salvo algunos casos extremadamente raros y puntuales como las tormentas secas y la combustión espontánea en turberas, en el 98% de los casos los incendios tienen origen humano, ora por negligencias, las más de las veces con origen doloso. Sin embargo, es cierto que un tiempo más seco y cálido exacerba las consecuencias de los incendios, y que no podemos esperar sino que vaya a más debido al cambio climático.

En este apartado caben dos líneas de actuación:

– la primera, como productores de gases con efecto invernadero, es obviamente reducir las emisiones. Buena parte de las claves ya han sido dadas con la reorganización y racionalización del territorio, creando una sociedad energéticamente eficiente en todos los aspectos.

– la segunda y más importante es de naturaleza política, a nivel europeo, empleando el argumento comercial de ser la mayor zona económica del mundo y, por lo tanto, el mayor mercado para productores del resto del planeta. La fijación de una política arancelaria en función de la huella de carbono asociada a cada producto en concreto introduciría un campo de juego equilibrado en el que pueda competir una industria europea cada vez más limpia, e incentivos al resto de países para tener una producción más descarbonizada para poder acceder con menores barreras a nuestro mercado.

6 Subiendo la escalera de la particularidad, una clave en la lucha contra los incendios es poner fin a la legitimación social del incendiario, comprendido y protegido por el medio rural en el que vive, cuando no jaleado («deixade que arda!» cuántas veces tengo escuchado).

La administración tiene innúmeros recursos para lograrlo, por ejemplo reclutando la colaboración (que obtendrían gustosa) de los mejores dibujantes y viñetistas gallegos, para hacer una campaña de cartelería contra los incendios y sus artífices. En la marquesina de cada parada de autobús del rural, en la puerta de cada iglesia, un cartel con un lenguaje plástico directamente comprensible para una población prácticamente analfabeta (la mayoría conoce la mecánica de lectura, pero es incapaz de comprender un párrafo escrito de nivel de primaria, y por supuesto entre sus aficiones no entra el abrir un libro).

Otra idea, dentro de tantas, es promover desde programas de televisión señeros (el Luar es más sagrado que la misa dominical) ese cambio de actitud respecto a incendios e incendiarios.

Ya, con una ambición mucho mayor, promover campañas de divulgación ecológica. Pues una parte destacable de la ignorancia en la que está sumergida esta sociedad es el analfabetismo ambiental (mientras el monte luzca verde, en las villas y ciudades no perciben ningún problema).

7 El siguiente punto parte de la observación de la distribución muy desigual del número de incendios: aunque resumimos diciendo que es un fenómeno del NW peninsular, lo cierto es que hay zonas en las que la incidencia incendiaria es especialmente alta, mientras que hay concellos que están en la media del Estado español, que ya de por sí es muy alta respecto a la media europea (excluido, claro está, Portugal, que es el núcleo de la barbarie incendiaria)

Una herramienta básica para obtener comportamientos deseables, sea tratando con animales bípedos o cuadrúpedos, es establecer un mecanismo de incentivos y castigos. Esto es, combinar el palo y la zanahoria, repercutiendo el coste de extinción en los concellos. Se puede promocionar con transferencias extra de los fondos liberados de la Xunta y el gobierno central a aquellos concellos que protejan efectivamente su riqueza natural y la desarrollen. Y a los concellos instalados aún en la bestialidad, con incendios recurrentes, tendrán que detraer recursos de otras partidas para destinarlos a sufragar la extinción de los incendios que causan sus vecinos. De esta forma, no se verá recompensado el salvajismo, como ahora, sino castigado. Quizá cuando vean la carretera de su pueblo llena de baches, y el concello incapaz de arreglarla, reflexionen y den el paso hacia la civilización. O no, pero será entonces su problema, y no le pasarán la factura al resto de la sociedad gallega.

Por otra parte, también cabría la posibilidad de investigar cargar parte del coste a los propietarios (de nuevo, públicos, comunales o privados) de los terrenos afectados, amén de su restauración ecológica. Al menos, cuando desarrollen en ellos una actividad económica que favorece la propagación del fuego como es el cultivo forestal de pinos y eucaliptos. Estos productores externalizan el coste asociado a su actividad económica en toda la sociedad. Otra alternativa a pasarle la factura de los helicópteros y cuadrillas, es obligarles a suscribir una póliza de seguro que cubra estos gastos en caso de incendio. Si, por el contrario, devuelven sus tierras a su cubrición original, sí que el Estado podría volver a hacerse cargo de la extinción ya que producen un beneficio colectivo (la conservación de los ecosistemas) en lugar de un lucro privado.

Todo ello, sin duda, en caso de ausencia de responsable conocido. De haberlo, obviamente, deberá ser éste quien cargue con las consecuencias de su comportamiento negligente o criminal. De todas formas, esto es sólo un brindis al sol ya que, en el remoto caso que se llegue a demostrar su culpabilidad, lo cual es harto difícil en un delito cometido en la inmensidad del monte, sin testigos (Galicia arde todos los años, y los incendiarios en cárceles gallegas se cuentan con los dedos de las manos), de todas formas se declararían insolventes.

Un elemento disuasorio, del cual dudo su eficacia pero por investigar todas las vías, es incrementar las penas independientemente de la superficie afectada. Porque precisamente cuando se logra una detención que pueda conducir a una condena, es en los casos excepcionales que el incendiario es atrapado provocando el incendio. Y evidentemente, no suele pasar de un conato de incendio ya que se da rápido aviso a los medios de extinción. Así que las pocas detenciones in fraganti se saldan con una multa de cientos de euros. Toda actividad incendiaria dolosa debe acarrear penas de cárcel o, quizá mucho más efectivo, de alejamiento del individuo de su aldea (una suerte de ostracismo, eliminando de las aldeas los individuos causantes de los incendios, fuera de cuyo medio dejarían de ser peligrosos, al menos a este respecto).

8 En último lugar, siendo la concreción inversamente proporcional a la potencia transformadora para erradicar el fenómeno de los incendios, debe cuestionarse radicalmente la infructuosa labor de Seprona y fiscalía en la labor de proteger a la sociedad de los criminales incendiarios o, al menos, dar explicación al poder político de sus causas. Desgraciadamente, ante la imposibilidad de despedir a funcionarios manifiestamente incompetentes, de hecho van a seguir cobrando puntualmente su nómina arda lo que arda, propongo moverlos de cuerpo a otro en los que su incapacidad no cause tanto daño e introducir gente con ideas nuevas que puedan mostrarse más efectivas en la persecución de este tipo de crimen.

Por poner un ejemplo, se están dilapidando recursos de forma estúpida poniendo a apatrullar todoterrenos del ejército, arriba y abajo por carreteras secundarias. Esta idea de bombero, salida de la cabeza del insigne hijo de un falangista, no ha conducido a ninguna detención ni ha manifestado efecto disuasorio ninguno. Lo mismo de las costosas patrullas a caballo, el Guardia Civil que quiera pasearse con su caballo (además eligiendo zonas sombreadas al lado de los ríos, con nulo riesgo de incendio pero muy agradables para el paseo a caballo y así dejarse ver entre la población), no tiene más que comprarse uno y mantenerlo, y salir con él en sus no pocas horas libres.

Dejemos de dar espectáculo, actuaciones de cara a la galería, y exijamos resultados a nuestros empleados, a quienes ponemos el plato de comida en la mesa a cambio de que investiguen unas actuaciones delictivas y conduzcan a sus responsables ante un juez, con pruebas suficientes para ser condenados.

Una idea (y las mías son gratis) es el desarrollo de una red de cámaras de fototrampeo, localizadas en puntos estratégicos (cruces de pistas en zonas de alta incidencia incendiaria) y que deberían irse cambiando de emplazamiento. Si es necesaria una modificación legal para legalizar este control, se realiza.

Hemos notado que en los últimos años cada vez más incendios son provocados con el lanzamiento de artefactos incendiarios desde la ventanilla de un vehículo en marcha. Se podría probar la instalación de cámaras de vigilancia (éstas, de notoria presencia) entre dos puntos de carreteras en zonas calientes, analizando pasado un tiempo si protegen de incendios el tramo controlado

Todo esto sólo conduciría, por casualidad, a un puñado de detenciones. Pero quizá este goteo de incendiarios encarcelados pusiera el miedo en el cuerpo al resto y rompiera con la situación de completa impunidad que disfrutan estos delincuentes ambientales.

Conclusión:

Estas medidas, ordenadas en orden creciente de concreción y automáticamente ordenadas también en orden inverso de eficacia, darían solución, estoy absolutamente convencido, a la ya grotesca campaña incendiaria de todos los años, además de muchos otros problemas derivados del atraso secular al que se le ha sometido a esta tierra. Su implementación no es sencilla, ni mucho menos inmediata. Costará décadas recuperar la distancia perdida con el pelotón de cabeza de las naciones; pero cada día que pasa sin reaccionar, esta distancia se agranda.

El resumen de todo lo anterior es tan simple como hacer que este rincón de la península se desarrolle y evolucione hasta un nivel homologable con el resto de países de nuestro entorno. Pues los incendios no son más que un síntoma, mediáticamente espectacular, de un mal mucho más profundo que atenaza a la sociedad gallega, portuguesa y asturleonesa, que es el atraso en el proceso civilizatorio; quedándose rezagadas respecto a otras sociedades (me refiero a la orilla septentrional del Mediterráneo). Esta enfermedad se manifiesta también en forma de despoblación, envejecimiento y emigración, quedando sociedades escleróticas, huída su fracción más vigorosa a horizontes más prósperos. No caben pues soluciones puntuales a un problema que es estructural e íntimo de la sociedad en su conjunto.

Si quieres conocer a alguien, ve a conocer dónde vive.

Así reza el proverbio japonés, que nos enseña que la calidad de una persona se expresa y proyecta en su entorno. De seguir este consejo, cualquier viajero se llevará una lamentable impresión de las gentes que habitan nuestro país, ambientalmente arrasado.

Al final aprenderemos que respetar la tierra en la que vivimos es consustancial a respetarnos nosotros mismos, como individuos y como sociedad.

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25 enero 2016

Sentencia de muerte para Galicia

Filed under: Ecología,Galicia — Nadir @ 20:51

No por esperado, ha sido menos doloroso.

Como me temía, el PP, viendo que se hacía muy difícil revalidar el gobierno, ha aprobado una prórroga por 60 años de la planta de celulosa de ENCE en la ría de Pontevedra en el tiempo de descuento.

Ya hemos visto esta maniobra tantas veces, en ayuntamientos, CCAA o el mismo gobierno: para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Uno se pregunta qué legitimidad puede tener un gobierno en funciones de firmar nada sustancial, y menos por 60 años (salvo los que seáis muy jovencitos, el resto ya estaremos criando malvas mucho antes).

Ahora vendrán las protestas y los lamentos. ¡Demasiado tarde, filliños!

Ya son tantas veces que veo venir el tren, me desgañito, pero soy absolutamente impotente para lograr cambiar nada porque reina la indiferencia.

Este asunto se ha tratado siempre en clave local, como si el impacto ecológico de la presencia de la plata de ENCE se limitase a las poblaciones ribereñas de la ría de Pontevedra. Y siendo importante, en sí el impacto ecológico de la planta es muy poco relevante en relación a lo que implica: la eucaliptización de Galicia. La razón de ser de los eucaliptos es alimentar la papelera, que es el comprador de la casi totalidad de la madera de eucalipto. No habría papelera sin eucaliptos; ni apenas eucaliptos, si no existiera mercado, si el gran comprador que es esa planta de celulosa cerrara sus puertas.

Y prometen acometer inversiones para aumentar la producción, lo que significa que se abrirán sus fauces para deglutir más eucaliptos, con lo que la destrucción habida en la costa penetrará a las comarcas del interior, desplazando lo que queda de bosque autóctono.

Es desolador.

Estoy harto de estar rodeado de cretinos integrales que hacen aspavientos por la más mínima chorrada, para que todo el mundo vea lo muy comprometidos y ecológicos que son. La maestrilla imbécil enseñando a los putos niños en qué contenedor se debe echar la basura, porque reciclando salvamos el planeta. Las organizaciones ecologistas, muy preocupadas salvando ballenas o luchando contra las nucleares, que todo el mundo sabe que son muy contaminantes… aunque no se haya reportado ningún efecto sobre el medio natural, ni el más mínimo, ninguno, cero… después de 50 años funcionando varios reactores en España. Es más, es que incluso el entorno de Chernobyl tiene, tras el peor desastre nuclear de la historia y tres décadas de recuperación, mejor estado de conservación y mayor biodiversidad que el monte gallego.

¿Cuál es la magnitud del problema de los vertederos? ¿Unas pocas hectáreas afectadas en toda Galicia? ¡ESO ES UNA MIERDA! En la lista de amenazas ecológicas sobre los ecosistemas gallegos no entra ni en las 10 primeras, la imbecilidad del reciclaje puede estar bien en países civilizados que ya han puesto solución a la decena de amenazas más importantes, pero aquí, es de un cinismo repugnante preocuparse por esa minucia en Galicia cuando los incendios forestales calcinan miles de hectáreas cada año (problema número 2) y hay 500.000 hectáreas de eucalipto plantadas, más otras tantas de coníferas.

Es repugnante la hipocresía políticamente correcta de los mierdas de ciudad, que se quedan todo ufanos con su bolsita al contenedor de vidrio. Con eso, ya llenan su cupo de buenas acciones con la Naturaleza, ya se pueden sentir satisfechos con su conciencia. Aunque vivan rodeados del desierto verde de plantaciones de eucaliptos. Estoy rodeado de ignorantes que no conocen la magnitud del daño, de imbéciles que no lo comprenden, o de asquerosos hipócritas que les importa una mierda y les basta el gesto para quedar como ciudadanos comprometidos y responsables.

Galicia ha sido destruida por los monocultivos forestales (y media Asturias, y media Cantabria, y todo el Norte de Portugal, y parte de Extremadura y Oeste de Andalucía, y empiezan a introducirse en Euskadi…). Estamos hablando del MAYOR ATENTADO ECOLÓGICO de la historia en Europa, por la magnitud del área afectada y lo profundo del daño.

Recapitulemos.

Crimen ecológico: Plantación de eucaliptos para abastecer a las fábricas de celulosa peninsulares.
Extensión: 1,4 millones de hectáreas en la Península Ibérica (500.000 de ellas en Galicia). El 59% de la extensión de E.globulus en todo el mundo crece aquí. En A Coruña, el bosque autóctono representa ya sólo un 11% de toda la masa forestal.
Daño: destrucción completa del ecosistema original y sustitución por el monocultivo industrial de una especie invasora, originaria del continente austral. Muy difícil y costosa regeneración. Daño persistente o permanente.

¿Cuántas manifestaciones ha habido clamando por este holocausto natural? ¿Qué organizaciones ecologistas han puesto el grito en el cielo? No, el imbécil de ciudad está pendiente de póbrecito tal toro que alancean o tal caballo el stress que pasa saltando una hoguera. Del ambientalismo hemos pasado al animalismo, de la conservación de los ecosistemas a los derechos de los animales. De algunos animales, los animales de compañía y los que nos parecen más cuquis.

¿Cuántos animales mueren abrasados en un incendio forestal? ¿Cuántos mueren o ni siquiera llegan a nacer por la destrucción de su hábitat por los incendios, los monocultivos forestales o la urbanización de baja densidad aberrante tan característica de Portugal del Norte?

Ignorantes, imbéciles, hipócritas… ¡todo junto y algo más!

Quien tiene un cáncer, no se preocupa de ir a que le quiten una verruguita. Si realmente les importara la Naturaleza sabrían identificar prioridades. ¡Hipócritas, falsarios! Nadie a quien le estén robando el coche se preocupa porque se le caigan unos céntimos del bolsillo. Pero con la Naturaleza sí que se puede entrar en esos juegos ¿verdad? Siempre podemos poner un par de paneles solares en el ayuntamiento, para que todo el mundo vea lo muy ecológicos y modernos que somos.

ENCE ganó un tramo de 40MW de biomasa en el pasado concurso de renovables. Es decir, que se ocuparán nuevas tierras para plantar eucaliptos, y luego quemarlos y así generar energía eléctrica; y aún tendré que aguantar a los gafapastas felicitándose por ello. ¡Qué bien, qué guai, la biomasa que es una energía renovable, sostenible, ecológica! Joder, era para alimentar la central con sus putos cadáveres.

¿Protestas en Galicia por la destrucción de sus ecosistemas y paisajes rurales, por la introducción de especies alóctonas? Ni están ni se las espera. A la gente de ciudad les importa un cojón, mientras estén bien cuidados los árboles del paseo de su villa o ciudad. Ecología de parques y jardines, habría que cortar ya este césped, y recoger las hojas, que afean.

Y a los aldeanos, comuneros, bestias pardas con perdón de las bestias, les parece bien todo lo que les deje unos dineritos para pagarse el todoterreno, su objetivo vital, del que sólo se apean para disparar contra algún animal en los días de caza.

Porque esto es lo terrible: PORQUE NO SABEN GENERAR RIQUEZA SI NO ES CON LA EXPLOTACIÓN, LA DESTRUCCIÓN DE SU MADRE. Estos garrulos siguen viviendo en el primitivismo extractivo, aún no salieron de la caverna.

Son así de hijos de puta, estos gallegos, estos asturianos, estos portugueses… que maltratan a su madre.

No hay un puto eucalipto en toda Francia, en toda Italia, en toda Alemania, Bélgica y Holanda, a pesar de tener condiciones para ello. ¿Por qué puede estar prohibido introducir especies invasoras en la Europa civilizada y aquí se ve como una utopía irrealizable? ¿Por qué no respetamos la tierra, por qué no nos respetamos a nosotros mismos?

La posibilidad de la retirada de ENCE de la ría abría una ventana de oportunidad a Galicia para librarse de los eucaliptos y recuperar lo que fue. ¡Podríamos soñar con la regeneración ecológica gallega! Dentro de 60 años ni siquiera se podrá hablar con propiedad de Galicia, habrá dejado de existir; de forma sincrónica a la destrucción del entorno que vio nacer a este pueblo, se puso énfasis en la destrucción de su cultura, de su alma.

El régimen de Franco otorgó a los antaño feraces montes gallegos el cometido de proveer de celulosa a medio mundo. Fraga bendijo este arreglo y fomentó la colonización de nuevos territorios, dedicándolos a este monocultivo. Y ahora el gobierno de Raxoi, el señor de los hilillos, confirma la sentencia de muerte de los ecosistemas terrestres gallegos: no sólo no se revierte la colonización de tierras por el eucalipto, sino que se expande para abastecer la prevista ampliación del monstruo de Lourizán.

¿Protestas? Porque la planta afea el paisaje de los pontemierdeses, pero por los eucaliptos… un dinerito al bolsillo, que no le viene mal a nadie. Aquí nadie se queja.

¿Qué daño les ha hecho esta madre, que tan mal la tratan sus hijos? Nadie odia tanto, nadie obra con más saña contra Galicia, como un gallego.

P.S: Mierda a todos los putos partidos políticos, del primero al último en toda su puta variedad cromática de colores corporativos. Mierda para todos ellos, porque todos se llenan la puta bocaza de subnormal con la E-CO-LO-GÍ-A, y NINGUNO se ha propuesto acabar con la principal agresión ecológica de esta tierra. Hacen como que no ven el boquete en la alfombra, y siguen peinando los flecos. Claro, nadie se quiere arriesgar a perder los votos del rural; a los palurdos que no les toquen la rentita que les dejan los eucaliptos, y a los de ciudá se la pela lo que hagan en su patio trasero, su patria es el centro comercial y las terrazas de moda.

¡Pues venga, más eucaliptos, que aún caben otros pocos!

¡Oh! ¡Qué verde que es Galicia! ¡Qué bonito! ¿Vamos de shopping a un Zara?

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24 junio 2012

Concentración municipal

Filed under: Galicia,Política — Nadir @ 15:57

Hoy os quiero proponer un tema de debate bastante polémico: la pretensión de eliminar los ayuntamientos despoblados, uniéndolos a otros más grandes. Aquí la discusión está asegurada, y la ruptura no es tanto en los tradicionales bandos de derecha e izquierda, sino de la España rural y la urbana (que ni se comprenden, ni hacen esfuerzo por hacerlo).

Para poner las cifras en relación, voy a tomar el ejemplo que me queda más próximo: la provincia de Ourense.

En Ourense hay 92 concellos. Normalmente el límite para conservar la autonomía se pone en los 5.000 habitantes. En la provincia, eso significaría disolver 82 de los 92 ayuntamientos. Sólo se salvarían Ribadavia, Celanova, Allariz, Pereiro de Aguiar, Bardabás, Xinzo, O Barco, Carballiño, Verín y la capi, Ourense.

Esto no quiere decir necesariamente que de 92 concellos se pasase a 10, porque algunos de los desaparecidos podrían agregarse para sumar esos 5.000 habitantes.

Todos sabéis aquí el profundo asco que me da Rosa Díez y su partiducho de extremo centro. Este partido tiene su base electoral en los entornos urbanos, siendo desconocido e irrelevante en el rural, donde tardan en calar las modas. Es por ello que es UPyD el que más énfasis pone en esta cuestión, subiendo el listón para tener ayuntamientos viables a los 20.000 hab. Rosa Diez nunca ha mostrado respeto a Galicia, ni a su cultura, ni a su idioma, y tampoco entiende la dispersión poblacional gallega. Galicia (aún) no es Castilla.

Ningún concello de Ourense, salvo la misma ciudad de Ourense, llega (ni tan siquiera se acerca), a esos 20.000 hab.

Voy a dar mi opinión, que estoy seguro no compartirá nadie (o eso espero, lo cual habla bien de vuestra salud mental).

Para empezar, siempre he querido una república, pero una República Galega. La independencia de España es la única forma de preservar para el futuro su cultura, su misma existencia como ente diferenciado. En todo caso, tendría un cierto sentido una reedición del Reino de León, es decir, juntando a Galicia con sus primos culturales: leoneses y asturianos, ayudándoles en su proceso de preservación y perpetuación de su cultura. Aunque estos últimos no parecen estar por la labor.

Es en este marco de una Galiza independiente, donde planteo la administración única. Desaparición de los ayuntamientos, cueva de ladrones (y sus subunidades, los pedáneos) y desaparición, por supuesto, de las Diputaciones (aquí en Galicia, caldo de cultivo de la corrupción clientelar, cuyo epicentro está precisamente en el marquesado hereditario de los Baltar, padre e hijo: Ourense). Además, la división provincial es absolutamente arbitraria, llevada a cabo en el s.XIX por un noble andaluz durante la regencia de Maria Cristina, sin respetar las antiguas marcas (por ejemplo, las siete provincias gallegas, establecidas desde el siglo XV, o las cinco medievales). Una provincia no define ninguna realidad histórica, étnica o sociológica, es una unidad administrativa que básicamente sirve para que, durante décadas, se hablase de La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra para no llamar a esta tierra por su nombre: Galicia.

El Estado se muestra como un único ente responsable, sin solapamientos y lagunas competenciales que puedan servir de excusa a una mala actuación. Por supuesto, ello inscrito en un sistema radicalmente democrático, que vaya avanzando en la Democracia directa, es decir, la participación ciudadana en la toma de decisiones de gobierno. Esto no implica alejamiento de la ciudadanía, como la concentración municipal: el Estado Galego (en mi ejemplo) podría tener oficinas en las ciudades y villas que hiciera falta. Además de, por supuesto, simplificar todo el absurdo burocrático empleando dos herramientas que nacieron en el pasado siglos: la informática y las redes de comunicación. La Administración tiene métodos del s.XIX, aunque use sistemas del s.XIX. Algo tan sencillo como compartir las bases de datos ahorraría tiempo y esfuerzo en papeleos inútiles (aportar documentos que demuestren un hecho del que el mismo Estado tiene constancia, que de hecho me expide otra oficina de ese mismo Estado).

La burocracia inútil sólo sirve para justificar su misma existencia, consume recursos públicos (sobran ventanilleros y faltan profesores y médicos) y recursos privados (el tiempo perdido en estas mamarrachadas, que además sólo pueden ser hechas en horario de mañana, es muchas veces a costa de permisos en el trabajo).

Pero esta es mi propuesta, radical para unos, demencial para otros. Vamos a discutir la que se está proponiendo, la eliminación de municipios (que, por cierto, no puede forzarse por puro impedimento legal, los ayuntamientos tienen reconocida la autonomía).

Innegablemente, la «coalescencia municipal» comporta ventajas administrativas, lo que se suele llamar economías de escala. Con ello mejoraría algo la eficiencia del aparato burocrático, aunque mínimamente en comparación con la revolución que yo planteaba antes. De hecho, a la hora de prestar ciertos servicios (recaudación municipal, servicio de basuras) ya los mismos ayuntamientos se unen en mancomunidades para poder realizarlos de una forma más eficiente (manteniendo las estructuras políticas intactas).

Es en este apartado donde se podrían apreciar las mayores ventajas. Los municipios pequeños son poco más que una comunidad de vecinos grande, con lo que eso significa de rencillas, grupitos y demás bajezas que van asociadas al género humano cuando de convivir se trata. Desde alcaldes que apagan las farolas de los que no votan a su partido, a permisos de construcción que se demoran años porque el cartero se ha chivado que el interesado recibe correspondencia de un partido que no es de orden. La política municipal es un muladar.

El reparto de cargos en los ayuntamientos es la base sobre la que se sustenta el caciquismo, pagando con dinero público una política de contrataciones que responde al interés partidista o, simplemente, personal del alcalde. No son sólo las concejalías, en algún caso cuyo sueldo es superior al presupuesto que debe administrar o el personal laboral, incluso los puestos cubiertos por oposición acaban en manos de parientes o afines: por ejemplo, convocando oposiciones 15 días antes, mientras que el ungido lleva estudiando meses ese temario, y cuya baremación de méritos se adapta como un guante al candidato. De esta forma, ya tenemos a la mujer del alcalde atornillada a un puestecito apañado en la oficina por los siglos de los siglos (y de forma absolutamente legal, ya que medió oposición, aunque sólo se presentase un candidato).

Hace poco leía dos entradas en sendos espacios muy diferentes sobre la intención de Espe de recortar parlamentarios regionales. En uno, JaviMoscas criticaba la iniciativa porque suponía una merma democrática. En el otro, El Blog Salmón, IC proponía ir más lejos y suprimir todos los escaños, reduciendo la representación a un parlamentario por cada formación política, que tuviera un voto ponderado por el número de escaños obtenido. El resultado sería, obviamente, el mismo, pues la disciplina de partido exige a los parlamentarios que voten como autómatas, contraviniendo el texto constitucional.

He de decir que, sorprendentemente, me convencen más las razones del segundo.

Si se mide, como yo lo hago, la calidad democrática de un sistema en la capacidad que tiene el pueblo de convertir sus aspiraciones en leyes, en la fidelidad con que se refleja su voluntad en el gobierno, mayor o menor número de representantes no implican necesariamente una democracia más perfecta. El número de procuradores en las Cortes franquistas era similar al número de diputados actual, sin que haya comparación de representatividad y, por lo tanto, de legitimidad entre unas y otras. De la misma forma, el Folketinget, el Parlamento Danés, tiene la mitad de representantes que el español, sin embargo, es más democrático en tanto la proporcionalidad entre la voluntad del soberano expresada en el voto y los escaños obtenidos es mucho más directa (el sistema electoral danés no cocina los resultados).

Más políticos no implica más Democracia, igual que más jueces no implica más Justicia, y muchas veces se verifica lo opuesto.

De hecho, el método propuesto por IC, de un parlamentario por partido, si el voto de cada uno tuviera la ponderación del resultado de votos obtenidos sería mucho más democrática que el tergiversado reparto actual de escaños, de marionetas pulsando un botón al unísono. Aún más cuando todos sabemos que el sentido de la votación se decide fuera de los parlamentos, en los despachos de Génova o Ferraz en el mejor de los casos.

Pasando este tema al ámbito municipal, prescindir de unas cuantas decenas de miles de paniaguados de los partidos creo que redundaría en bien de la democracia, siendo el ahorro económico quizá lo menos importante. Nuestros pueblos y ciudades están regidos por tipiños que no tienen preparación, en muchos casos, ni para regentar un bar.

alcaldes concejales

Se le pone a un garrulito cientos de millones delante, y luego pasa lo que pasa. Aunque también la baja formación de la clase política (y la falta de ética) pasa factura en las escalas provincial, autonómica y central del Estado, para ser sinceros. Iba a poner enlaces a ejemplos pero sería injusto para todos los que se quedarían fuera.

Por cierto, que es esta pérdida de capacidad para recompensar con dinero público a los fieles del partido una clara pérdida de poder del cacique local, por ello es de estos sectores de donde surgen las más férreas resistencias a la disolución de los ayuntamientos (empezando por el miedo a perder el salario de alcalde, a ver cómo iba a ganar un garrulito los miles de euros que se autootorgan de salario y dietas).

Hasta aquí las ventajas, mayor eficiencia que se traduce en ahorro (no mucho), calidad democrática al limpiar nidos de caciquismo (tampoco se adelanta mucho, habría que acometer reformas en transparencia y buen gobierno). Ventajas sobre todo percibidas por la población urbana, a la que esta cuestión no le afecta.

En el rural, es muy diferente, y la supresión de ayuntamientos tiene muchos flecos, empezando por el emocional. Perder el ayuntamiento en beneficio del pueblo de al lado supone un aldabonazo en la conciencia de ambos pueblos, una afrenta de las que terminan a pedradas… o tiros (aunque parezca mentira aún hay límites municipales que no están claros y que llevan a periódicas riñas). Y tienen razón en tomárselo en serio, porque además del orgullo patriótico, siempre risible, la pérdida del ayuntamiento significa una mina en el futuro de un pueblo.

Directamente, se pierden una serie de puestos de trabajo administrativos (bien remunerados) que se desplazan a la villa de referencia. Tarde o temprano, esos trabajadores acabarán mudándose a la villa que acoja el ayuntamiento agregado. Se llevarán a sus hijos, especie animal que escasea en los pueblos, poniendo en támbalas el futuro de la escuela. La escuela es un elemento muy importante a la hora de fijar población joven, la más dinámica (económica y demográficamente), en un pueblo.

Pero no sólo es la escuela la que tambalea si un pueblo pierde su rango de municipio. Algo tan importante para los mayores como el consultorio médico es posible que se centralice en la villa. La farmacia irá detrás. Si hubiera una sucursal de algún banco o caja, y más con la que está cayendo, se plantearán si conviene cerrarla con unas perspectivas de menor actividad. En resumen, un pueblo que pierda el ayuntamiento sufrirá de forma clara un declive, económico y demográfico. Quiero decir, se intensificará esta tendencia que, de todas formas, existe.

Por eso, hacen bien los lugareños en defender su independencia municipal, pues de esta forma el pueblo recibe un flujo de dinero en forma de servicios que, de la otra forma, irá directamente a la villa. Si un pueblo pierde el municipio, se convierte en otro pueblo más como los que lo rodean, habitado por viejos y condenado a desaparecer con el tiempo.

Lo cual no es necesariamente malo, o no todos sus aspectos son negativos. Culturalmente, es una tragedia la despoblación del rural. Se arruinan las casas típicas (igualmente se están arruinando, ya que la gente se hace su chalecito con finca en las afueras, dejando que el centro del pueblo se venga abajo), se pierden las costumbres y la forma de organización tradicionales, se abandonan los campos.

Pero desde un punto de vista de eficiencia económica y energética, es mucho más eficiente prestar servicios a una población urbana que en una población dispersa en pequeños núcleos rurales. Desde la infraestructura como la traída de agua y la depuración, el suministro eléctrico o la red de carreteras, pasando por la energía consumida en desplazamientos diarios de la residencia en el pueblo al centro de trabajo en la villa, casi siempre en transporte privado, a la mayor eficiencia energética de los edificios de varias plantas y su menor huella en el entorno (mil personas en casas unifamiliares ocupan mucho más espacio que en bloques de pisos). Menor población rural también significa menor presión sobre el medio natural, menos caza, menos incendios, menos talas de árboles para usarlos como leña…

En una villa-ciudad se racionaliza la prestación de servicios que, con una población dispersa, son mucho más costosos de prestar. En los pueblos quedarán sólo los productores primarios (agricultores / ganaderos) que tienen en ese pueblo su centro de trabajo. Con la tecnificación, el campo es capaz de mantener cada vez a menos brazos, así que asistimos a un fenómenos imparable, que viene de largo, a nivel mundial.

Como resumen, sin ninguna duda, la concentración municipal provocará o acelerará la despoblación en el rural, no se puede engañar a nadie. Este fenómeno tiene, empero, aspectos tanto positivos como negativos, que cada uno valorará según cómo le afecten.

Nota: la eficiencia energética de las entidades de población sigue una campana, alcanza un máximo en una población de unos 100 a 200.000 habitantes y a partir de ahí mengua (en Ourense puedes ir al trabajo andando o en bicicleta, en Madrid las distancias exceden muchas veces la escala humana, el medio no es capaz de evacuar los contaminantes, las vías de comunicación se colapsan…).

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EDITO:

Santi me pasa este interesante enlace: Deuda municipal en España: el tamaño sí importa (y mucho)

20 abril 2010

Ortigueira

Filed under: Fotografía,Galicia — Nadir @ 23:04


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Banda sonora:


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