La mirada del mendigo

5 diciembre 2021

La postilla

Filed under: Ecología,Galicia — Nadir @ 14:10

Voy a exponer con un paralelismo algo que llevo mucho tiempo explicando.

La sabiduría popular detesta el matorral (maleza), por cuestiones claramente entendibles: cuando la tierra era el único sustento y el hambre acechaba a la vuelta de la esquina, tener una parcela inculta era el equivalente a perder un alimento. 

En esta tierra siempre se ha loado al hombre trabajador (aunque asno), y la holganza se ha considerado como un vicio. Y es normal, pues podía llevar a la muerte a la familia que dependía de ese trabajo. Por lo tanto, un trozo de terreno que no tuviera algún tipo de aprovechamiento, agricultura, ganadería o al menos leña, llenaba a los lugareños de desazón.

Y claro, llegó el éxodo rural (surgieron otras formas de ganarse el sustento, más prometedoras), y gran parte de las tierras quedaron abandonadas. Tras décadas, siglos de explotación, dio comienzo el proceso de renaturalización de esas tierras. ¿Y cuál es la avanzadilla? El monte bajo, xestas, toxos, silvas, fentos… todas esas especies que el aldeano detesta. Y las detesta porque su modelo de entorno implica un 100% de terrenos con algún tipo de aprovechamiento, sin espacio para la vida silvestre (que detesta profundamente).

En otras partes de Europa, en las que también se dio este éxodo rural, estas especies colonizadoras fueron preparando el terreno para otras de mayor porte. Pero en el NW peninsular este proceso se vio interrumpido por:
– las repoblaciones forestales con especies alóctonas (pinos y eucaliptos)
– los incendios, por medio de los cuales los aldeanos procuraban detener el proceso de renaturalización mencionado.

La consideración del monte bajo (la vanguardia de la Naturaleza para recuperar terrenos dañados) y el sotobosque (parte inherente de un ecosistema boscoso, tan valiosa o más que las especies de gran porte) como «maleza» que debe ser erradicada es una asunción generalmente compartida por toda la sociedad. Un rasgo cultural profundo, atávico, que da lugar a lugares comunes tantas veces repetidos como «hay que limpiar el monte» o «los incendios se apagan en invierno» (desbrozando, es decir, mutilando ese ecosistema).

Bueno, hasta aquí lo que he repetido hasta la saciedad. Ahora, la metáfora que propongo para comprender mejor el problema: el matorral viene a ser al monte lo que la postilla a una herida, esto es, la forma que tiene de regenerarse tras una agresión, una herida. Si dejas seguir el curso natural de recuperación, pasado un tiempo (que pueden ser siglos, en el caso de los terrenos más erosionados, tras tantos años de quemas y pastoreo), irá recuperando su estado original o, al menos, lo más próximo a éste (las heridas dejan cicatrices, en los ecosistemas en forma de pérdida irreversible de biodiversidad). Es lo que podemos disfrutar cuando cruzamos Europa.

¿Qué se ha hecho en esta esquina de la península? Lo que las abuelas nos decían de críos que no hiciéramos: arrancar la postilla. Una y otra vez. La naturaleza quería recuperarse, y volvíamos a quemar, y a quemar, y últimamente a promocionar que de nuevo vuelvan a pastar las cabras para «evitar incendios». Por supuesto que se evitan, y otra forma mejor de evitarlo es cementándolo todo. Ambas formas implican la destrucción del entorno.

El incendio persigue humanizar el paisaje (además de facilitar la caza, abaratar la madera, conseguir pastos…), deteniendo la renaturalización espontánea, y ciertamente la introducción de ganado en el monte es una vía alternativa para alcanzar ese objetivo. Que, además, cuenta con la aprobación social unánime. El resultado es, en cualquier caso, muy similar. De hecho, el estado de un monte dedicado al pastoreo es aún peor que tras el paso de un incendio.

Así pues, después de andar arrancando una y otra vez la postilla con que la naturaleza trata de recuperarse, ¿qué tenemos? Una llaga, una escara, una tierra empobrecida hasta el extremo, hasta la roca madre, en la cual sólo los líquenes y alguna herbácea resisten, paisaje marciano que podemos contemplar en la raia seca (por ejemplo, en el Xurés, que aún tienen la poca vergüenza de seguir manteniéndolo como Parque Natural).

7 comentarios »

  1. Si pudiera poner los «emoticonos» de Facebook, serian dos: triste Y cabreado.
    Tristes tiempos éstos en los que hay que luchar por lo que es evidente.

    Comentarios por Juan Manuel Grijalvo — 5 diciembre 2021 @ 14:19 | Responder

    • Muchas gracias, compañero. Te debo una… una más. 😉

      Comentarios por Nadir — 6 diciembre 2021 @ 2:06 | Responder

  2. Parece como si estuvieras describiendo mi tierra, Ávila. El nivel de destrucción al que ha llevado la ganadería extensiva es alucinante, agravado estos últimos años por las subvenciones a las vacas «de campo».

    Comentarios por Miguel Cardo — 5 diciembre 2021 @ 21:58 | Responder

    • También es mi tierra, o al menos de parte de mi familia.

      Incendios, sobrepastoreo… y últimamente, compartimentación de la montaña con vallados perimetrales. Mira, esta última mierda, al menos, no la tenemos en Galicia. Al menos…

      Antes métele una paliza a una mujer, negra, lesbiana y deportista, que cuestionar la ganadería extensiva. La primera es un ser de luz, la segunda es el Bien absoluto, considerado como tal por aclamación unánime.

      Comentarios por Nadir — 6 diciembre 2021 @ 2:06 | Responder

      • os imaginais q alguien propusiera q lo mas eco-friendly es la rotacion de cultivos, o mejor aun el barbecho, lo tachariamos de bobo para arriba. Pero no la ganaderia extensiva es mazo molona y eco-friendly de eso. Asi nos va

        Comentarios por Emilio Fernandez — 7 diciembre 2021 @ 9:31 | Responder

  3. Sin duda el tema forestal es mi tema favorito en tus publicaciones, aunque sienta una tristeza inmensa al leerte, describes a la perfección la realidad latente, a la perfección…el Xurés, muy cerca de la tierra que vio nacer a mi padre…es el resultado de siglos de inconsciencia y prácticas totalmente contrarias a la ley natural, y así permanece el sur Orensano…pálido, gris, famélico…Donde cada año asoma una nueva nube incendiaría que vuelve de nuevo a palidecer la tierra, y el espíritu de una comarca que a pesar de todo llevo en el corazón…Como aquel Castiñeiro gigante de varios metros de perímetro y varios siglos que me dio tanta felicidad en mi niñez..mi casa..mi atalaya…mi barco donde el juego se fundia con las horas y la eternidad se apoderaba de las tardes de Agosto encaramados en sus ramas horizontales gigantes…hace tres años que fue calcinado por el mayor incendio que se recuerda en la aldea…llegó a las casas…fuí a verlo y mi sentimiento fue terrible…no he podido volver a a verlo…todo por la inconsciencia , en este caso de un portugués que al otro lado de la frontera decio prender y arrasar con TODO en km…Ese Castiñeiro de mi infancia no ha muerto …está integrado en mí, en mi sangre. de alguna manera vive en mí.

    A miña terra querida…cuanto ha sufrido y por desgracia le queda por sufrir…Ese mismo año, solo supe hacer una cosa…Plantar un arbol.

    Comentarios por Nico — 6 diciembre 2021 @ 20:27 | Responder


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