Mencionábamos en la última entrada algunas notorias semejanzas entre el Estado de Israel y la Alemania de Hitler. El más característico, a mi juicio, es la búsqueda de un Lebensraum para un pueblo elegido.
Quiero apuntar otro rasgo común, esta vez con la política exterior de EEUU. Uno de los ejes principales de actuación del III Reich era (para crear ese Lebensraum) el exterminio de la población eslava (escuchando la propaganda gringa pareciera que Hitler sólo persiguió judíos, cuando los primeros ocupantes de Mauthausen fueron republicanos españoles).
Al coste de veinte millones de muertos, algunos de esos eslavos no se dejaron exterminar y acabaron doblegando a la maquinaria bélica alemana (las tres cuartas partes del esfuerzo de guerra de la Wehrmacht, las mejores unidades y equipo, se destinó al infierno blanco). Otros, en cambio, prefirieron colaborar con las tropas nazis y son celebrados en la nueva Ucrania en la que USA y la UE asistieron como parteras.
Hoy, el control del Estado más extenso del mundo aún sin las demás repúblicas soviéticas, uniendo ambos extremos del continente euroasiático (la otra ruta se ha convenientemente inestabilizado promoviendo y financiando el yihadismo), es de aún mayor importancia que en tiempos del pintor de acuarelas. Pero su conquista se antoja aún más peligrosa, ya que en este tiempo se ha dotado del mayor arsenal nuclear del mundo.
El objetivo es el mismo, es una de las líneas estratégicas principales de EEUU, sólo que el método es algo más ladino (todo es mucho más sencillo cuando cuentas con el control de los medios y el guiñol político de los Estados vasallos). En vez de exterminar eslavos, el imperio del dólar fue trabajando metódicamente para promover la ideología filonazi del nacionalismo ucraniano, visceralmente antirruso (ideología residual en el conjunto de Ucrania, sólo con alguna raigambre en ese Oeste del país que nunca llegó a estar bajo la bota de los Romanov) hasta llevarlos al poder con el golpe de Estado del Maidán (deponer haciendo uso de la violencia al gobierno democráticamente elegido en unas elecciones que los observadores internacionales, inclusive los gringos, reputaron como limpias, es un golpe de Estado o no tienen ningún valor las palabras).
Cumplida esta etapa y anulada, perseguida e ilegalizada la resistencia política al golpe, sólo quedó ordenar a los gobiernos títere que traspasaran todas las líneas rojas trazadas por el Kremlin para forzarlo a la guerra. Desgranemos unas cuantas: ingreso de Ucrania en la OTAN. Lo cual a su vez supone que la base naval de Sebastopol pasaría a control de la Alianza (para cualquiera que sepa algo de la historia rusa, eso es en varios grados inadmisible). Supone también que habría bases militares y baterías de misiles cada vez más cerca de Moskvá, mermando la defensa en profundidad básica en la doctrina estratégica rusa. Por si el gobierno ruso (estuviera Putin al frente o cualquier otro que no fuera un traidor) se mostraba receloso y timorato, el pelele de Kíev declara sus intenciones de dotarse de arsenal nuclear. Y, para convencer a la población rusa de la necesidad de una intervención, bombardean la región del Donbass, mayoritariamente de etnia rusa, a diario. Obligando a los niños, como celebraba Poroshenko, a vivir en los sótanos para buscar abrigo de la artillería ucraniana.
Bombardear on a daily basis barriadas residenciales sin objetivos militares es un crimen de guerra. Lo cometa quien lo cometa. La cuestión es que los medios de propaganda occidentales callaban esas atrocidades, pero entre la población rusa era bien conocido lo que estaba ocurriendo con su gente. Y la popularidad de Putin se veía socavada por ello, al no cumplir la función de protector del pueblo ruso.
Y así es como hemos llegado al mismo fin, el exterminio de eslavos y el debilitamiento de ese imperio central, por otros medios: promoviendo los desencadenantes para que se maten entre ellos. Sin duda más largo y farragoso que un ataque directo del angloimperio, pero mucho más barato y seguro.
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No me cabe duda que existe un eje del mal, que conduce al mundo a un abismo de muerte y destrucción masivas, globales, para sostener la hegemonía de una superpotencia en declive. Un eje en el cual estamos insertos, en el cual participamos activamente, en el cual una maquinaria político-mediática controlada por Washington nos hace participar.
Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.
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