La mirada del mendigo

19 abril 2024

Alambre

Filed under: Ecología — Nadir @ 9:24

Vengo de darme un paseo por tierras charras y extremeñas.

Hace ya años llegué a la conclusión que no merecía la pena perder el tiempo intentando visitar parajes al Sur del Tajo. Tras este viaje, con enorme tristeza, debo extender mi prevención a tierras más allá del padre Duero, en la falda Norte del escalón asimétrico que forma el Sistema Central. El mal se extiende sin oposición ni freno (y aún jaleado por mucho imbécil progre que pretende inútilmente caer simpático en el rural, con su sacralización de la vida rural y la ganadería extensiva).

Y no me malinterpretéis, no es que esas tierras carezcan de interés, me duele más bien por lo contrario.

En breve: es absurdo ir a conocer unos montes limitados por enormes vallados, en que los caminos son privados y la única vía pública es una carretera que discurre durante kilómetros y kilómetros flanqueada por malla de alambre.

La gente del lugar, acostumbrada culturalmente a aceptar la servidumbre de la distribución de la tierra latifundista, ven esta aberración como algo natural. Nada ni remotamente parecido he visto en ningún lugar de Europa.

España, en su mitad Sur pero no sólo, es un campo de concentración. Un territorio compartimentado con alambradas que hacen del territorio un redil de proporciones descomunales, o una galería de tiro para ricachones.

Conste que barreras siempre hubo, pero eran muros bajos de piedra seca, lo justo para evitar que las vacas u ovejas se dispersasen, pero no limitaban los movimientos de la fauna salvaje. Pero apareció el maldito alambre de espino, y ahora directamente las mallas de alambre que impiden el paso de cualquier bicho más corpulento que un sapo.

Ponerle puertas al campo, compartimentarlo con alambradas, es un crimen ecológico que impide la existencia de los grandes herbívoros y carnívoros salvajes al impedir sus desplazamientos. Como es, de hecho, su finalidad manifiesta: contener al ganado doméstico o a las especies cinegéticas criadas en cautividad e impedir la entrada de sus predadores. De tal forma que el propietario las puede abandonar y desentenderse, comodidad para el ganadero que aspira a un monte profiláctico, desprovisto de peligros y amenazas para sus reses.

Es lo mismo que podemos decir del eucalipto en el noroeste peninsular. Mal está hacerlo en una extensión de terreno, pero hacerlo a una escala que ocupa todo un territorio es una astracanada, una barbaridad ecológica que daña un bioma entero (en el caso de las plantaciones de eucalipto, lo destruye completamente). Como la guerra es al asesinato, un crimen ecológico a escala industrial.

Todo programa de gobierno que se presente como muy ecolohostias, sostenible, inclusivo y demás palabrería, que no pase por la deseucaliptización del Norte peninsular y el desalambramiento del Sur, es sólo una patochada inane. Toda organización ecologista que no tenga como labor principal cortar alambres y tirar vallados, son sólo una panda de payasos buscando el reconocimiento social de su beatitud (léase imbecilidad).

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Y cambio de partitura, para dejar claro que aquí no nos callamos nada.

La última vez que estuve en Extremadura comenté que si bien el nivel de basura arrojada al campo era alto, lo era menos de lo que acostumbro a ver en Galicia. Pues bien, en esta ocasión, al menos en la zona que media entre Béjar y Plasencia visitada, estoy francamente satisfecho de la escasa presencia de indicios de nuestra era, el plasticolítico. Incluso en vías muy frecuentadas, apenas había basura sea porque no la arrojan o porque la recogen, o la combinación de ambas. Como debe ser.

En kilómetros de vía verde, sólo un envoltorio de toallitas de alguna asquerosa ser de luz con el chumino oliendo a colonia industrial y el cerebro apestando a boñiga.

De hecho, unas semanas antes estábamos en era Val d’Aran, y un entorno sin duda magnífico estaba mancillado por una cantidad muy superior de basura, que algún cerdo bípedo arrojó y otro aún más cerdo de despacho no se preocupa en retirar. Por ejemplo, una lata de brebaje energético (hay que ser muy tonto para beber esa mierda) rotulada en francés.

Bueno, entiéndaseme bien. Cantidad superior digo comparándolo con lo que ahora nos hemos encontrado en Cáceres, o lo que habitualmente se encuentra en Catalunya. Pero a bastante distancia de lo común en Galicia (en una semana sólo vimos 6 o 7 neumáticos, una lavadora despeñada… lo que podríamos enumerar en un paseo de una tarde en cualquier concello gallego).

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5 abril 2024

Juan Manuel Grijalvo – Identificación de aves

Filed under: Ecología — Juan Manuel Grijalvo @ 21:57

Umu…

Hace años,
pusimos en marcha una serie de entradas
sobre identificación de plantas y animales.
Me interesa retomarla, a ver quién sabe
de qué especie es este pajarito:


Haciendo clic en la foto
se ve más grande.
Ya me decís.
>>>

24 febrero 2024

Paleoecología del Sistema Central

Filed under: Ecología — Nadir @ 0:17

Hace unos años escribí uno de los artículos de los que me siento más orgulloso: Cómo era Galicia antes de que empezásemos a destrozarla. En él hago una semblanza de cómo debía ser el paisaje gallego antes de que la acción antrópica lo modificase sustancialmente.

Básicamente: un denso bosque de robles con otras especies como avellanos y abedules.

Bueno, pues ahora quería hacer el mismo ejercicio, pero en el Sistema Central. Para ello, echo mano de un excelente metaestudio paleopalinológico realizado por Fátima Franco, sobre los registros microfósiles de varias turberas del Sistema Central (sierras de Guadarrama y Gredos).

¿Por qué es importante? Porque el grueso del movimiento «ecologista» (neoruralista, más bien), el ecologismo institucional y razonable (en oposición al ecologismo radikal), propone una defensa de las actividades agropecuarias como benéficas para los ecosistemas en los que se inscriben. Más en concreto, sostienen que el pastoreo es una medida aceptable e incluso deseable pues recrea el paisaje original, sustituyendo a las grandes manadas de herbívoros salvajes por los rebaños domésticos. Dicho de otra forma, el ecolobuenismo sostiene que la distribución de especies en una extensión sometida a la explotación de la ganadería extensiva (id est, paisajes abiertos con predominio de herbáceas) es próxima a la cubrición original y, por lo tanto, deseable.

De lo cual se desprende que la ganadería extensiva realiza una labor de interés social y justifica, por lo tanto, que sea subvencionada. Como veis el tema tiene un interés perfectamente mensurable en €.

¿Qué hay de cierta en toda esta argumentación tan popular en la maquinaria político-mediática? Comme d’habitude, poco o nada. Como en el caso gallego, el aspecto original al final de la última glaciación de la gran sierra castellana era un paisaje de mosaico, que evolucionaba conforme el clima se hacía más benigno hacia un bosque con abundante matorral (infrarrepresentado en las series polínicas), en este caso con Pinus como especie dominante, acompañada de otras tantas como melojos (Quercus pyrenaica) y abedules. Este bosque fue perdiendo superficie y densidad por la acción antrópica, según las poblaciones humanas crecían, su tecnología (y, por lo tanto, capacidad de provocar cambios en el entorno) se perfeccionaba, y sus sistemas de producción cambiaban hacia la agricultura y, especialmente por su gran impacto en la sierra, ganadería. No hay alteración apreciable en ninguna de las series anterior al calcolítico, y en algunas hasta mucho después por tratarse de áreas con poblamiento muy tardío.

Consultar el resto de diagramas de las otras turberas en el apartado 5.2. En todos ellos se aprecia el mismo patrón deforestador asociado a acciones antrópicas.

Cierro esta entrada con la conclusión de la autora:

En resumen, se deduce de todos los resultados aportados, una evolución de la vegetación en Gredos y Guadarrama desde unas condiciones forestales, con un piso montano más o menos desarrollado de pinares y en menor medida de melojares, a una situación de espacios abiertos y escasa cobertura arbórea. Esta dinámica discurre de forma paralela al desarrollo demográfico y económico del hombre en el área, que cada vez es más consciente de los recursos de su entorno y de su explotación intensiva.

Es decir: La actividad agroganadera, lejos de conservar, modifica, degrada el ecosistema en el que se desarrolla. La prueba es que, una vez que se abandona esta presión, la naturaleza recupera como un resorte su cubrición original (cuando no se lo impiden las reforestaciones con alóctonas).

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15 febrero 2024

Las cicatrices de la ganadería extensiva

Filed under: Ecología — Nadir @ 0:50

Precisamente hoy he estado pateando por esta sierra y me sirve para ejemplificar lo antedicho.

¿Qué veis en estas fotos aéreas?

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Además de la red pistas y caminos, se aprecian los restos de una intensa actividad pecuaria, con el espacio compartimentado por muretes dentro de los cuales cada familia apacentaba a sus reses.

¿Y qué se aprecia también en las fotos? Las cicatrices de esa actividad: con el suelo desprovisto durante décadas, siglos, de más cubierta vegetal que la herbácea, ha estado expuesto a una intensa erosión que ha dejado las peñas al descubierto. Sólo en las vaguadas se conserva suficiente suelo como para permitir que prospere la vegetación arbórea.

Y ya como apunte curioso. ¿Sabéis cómo se llama a esta zona? As queimadas. Y me da que no es porque se congregasen en lo alto de la sierra a beber orujo caliente…

Ésta es la realidad de la ganadería tradicional, por mucho que al público sólo le llega la égloga pastoril que describe la maquinaria político-mediática.

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11 febrero 2024

Los gorrones

Filed under: Ecología,Sociedad — Nadir @ 0:16

No existe otro sector, ni siquiera la banca o la energía, al que las administraciones mime tanto y riegue con tanto dinero como el sector agropecuario (insisto, la PAC supone la mitad del presupuesto de la UE). Y aún así, siempre están lloriqueando y pedigüeñando. Sus problemas, son de todos. Pero sus beneficios, sólo suyos.

No sé por qué maldita razón es aceptable que me compre un coche coreano y un móvil chino, pero sería una amenaza estratégica inaceptable que la leche o las naranjas vengan de otro país. Soberanía alimentaria, le llaman. Eso es una soberana estupidez: si algún día escasea el alimento en España y viene un extranjero y pone más dinero sobre la mesa, ése se lleva la partida y a los españoles les queda el hambre. Tener un fuerte sector primario no garantiza el pan en la mesa, como puede servir de ejemplo grandes potencias agrícolas y ganaderas como Brasil o Argentina.

Teniendo dinero, nunca faltará quién nos venda alimentos. Sin dinero…

Por eso llevo años reclamando acabar con la PAC y todas las subvenciones al garrulismo agroganadero, y dedicarlas a sectores de alta carga tecnológica y potencial. Son esos sectores que están en pañales a los que hay que apoyar, son el futuro que nos dará de comer, en vez de dárselo a industrias ya maduras que deberían ser competitivas por sí mismas o cerrar de una maldita vez si no lo son y dedicarse a otra cosa (ése es el problema, que quien se queda en el pueblo es porque no da ni para las cuatro reglas).

Si aún se abaratasen con ello los alimentos, pero todas esas subvenciones pasan íntegras al bolsillo de productores, mayoristas y detallistas, mientras que el precio será el que optimice el beneficio, el máximo que el consumidor esté dispuesto a pagar sin prescindir o reducir su consumo. Independientemente de que riegues con manguera al productor de subvenciones.

¿De qué me sirve subvencionar la producción de carne de vacuno, si luego no me puedo permitir comprarla más que en ocasiones especiales y fiestas de guardar?

Pero hoy quería tratar otro asunto acerca del sector ganadero, y en concreto esa ganadería extensiva que la neoizquierda adora y otra razón más por las que antes me pillaría el dedo meñique con la puerta de entrada que darles mi voto.

Los ganaderos de extensivo, además de lloricas y pedigüeños, son unos putos gorrones. Porque en la cría de ganado estabulado, el ganadero debe costearse la alimentación del mismo. En cambio, en extensivo, el ganado pasta en sobre el terreno. ¿El terreno del ganadero? No. Al menos en esta esquina noroccidental las cosas no funcionan así. El ganadero apenas posee una pequeña parte de las tierras que sirven para alimentar el ganado (y los urbanitas no comprendéis la enormidad de extensión que se necesita disponer para ello). El resto, son fincas que los vecinos del pueblo le dejan, generalmente a coste cero (por el horror del aldeano de ver sus fincas renaturalizarse, el paisano de pueblo tiene una aversión cerval a la vida salvaje). Otras, son las fincas del comunal que el ganadero del pueblo se apropia en exclusiva, también por lo general sin contraprestación. Y, finalmente, son los terrenos públicos, a veces incluso dentro de Parques Naturales, que no pueden dedicarse a su cometido de albergar vida silvestre porque el gran gorrón se los apropia para alimentar a coste cero sus reses.

Desde el punto de vista de un ganadero en régimen intensivo, esto es a claras luces una competencia desleal, porque la alimentación del ganado es una de las partidas más gravosas de la actividad ganadera y la ganadería tradicional se las ahorra a costa de gorronear tierras ajenas. Y ya no es que no paguen a sus titulares (otros vecinos, la comunidad de montes o la administración titular) por su aprovechamiento, sino que además imponen el modelo de paisaje que les interesa, por las buenas o por las malas (incendios para crear pastizales, caza o envenenamiento de lobos, eliminación del plástico que envuelve los bolos por el método de tirarlo al arroyo más cercano…).

Por mucho que al urbanita de turno le parezca pintoresco el paisaje de prados y vaquitas, un terreno dedicado a pasto alberga la misma biodiversidad que un cultivo de trigo, soja o remolacha, por poner por caso, o que el césped de un parque en una gran ciudad. La ganadería tradicional o en extensivo, lejos de ser «ecológica», adolece de un aprovechamiento ineficiente de los recursos, esencialmente tierra y agua. Y como no puede competir, pide subvenciones. Pues no estoy de acuerdo, con mi dinero, no. Si su actividad es naturalmente inviable, no competitiva, no mantengamos artificialmente actividades que son insostenibles, máxime cuando son lesivas al medio natural, que es patrimonio de todos.

Ni un euro de dinero público a sostener la industria agropecuaria. De todos los sectores económicos que merecerían tal trato de favor, el agropecuario debería estar en última posición, un sector maduro de bajo valor añadido que no aporta conocimiento (sino garrulismo) a la sociedad ni sinergias con otros sectores. Y, sin embargo, por motivos electoralistas (porque el voto rural está sobrerrepresentado), se les sigue cebando con dinero público. Los microprocesadores seguirán viniendo de Taiwan, las DRAM de Corea, los wafer de Japón, las baterías, células fotovoltaicas y todo lo demás de China, pero estaremos tranquilos, porque podremos comer naranjas ESPAÑOLAS.

Cada pueblo tiene ni más ni menos que lo que merece.

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