La nueva normalidad

La nueva normalidad es que haya un virus que nos meta un ciento y pico de muertos diarios (unas cuantas decenas de miles al año), y que serán asumidos como inevitables como por inevitables desestimamos las 10.000 muertes prematuras que provoca la contaminación. La alternativa, que sería una cuarentena estricta de seis semanas más un seguimiento obsesivo de los últimos focos de contagio hasta la erradicación de la enfermedad (para lo que se debe disponer de medios materiales y humanos), es evidente que está fuera del alcance del Estado español. Es demasiado pedirle a un impaís de mierda como España, eso son cosas de los países ricos y civilizados. Aquí damos por buena la cifra del centenar de muertos diario, y que otros inventen la vacuna.

Y es que mucho más no va a bajar la cifra, ya se han retomado las actividades productivas y empieza a abrir el comercio, las interacciones sociales vuelven a la normalidad y el uso de mascarillas no es generalizado, con lo cual la tasa de reproducción del virus volverá a subir. Como comentaba hace unos días, este gobierno, como la mayoría de gobiernos occidentales, nunca se planteó erradicar el virus (como sí pretenden sociedades más desarrolladas) sino reducir su incidencia a unas cifras tolerables por la opinión pública.

En el plano puramente económico, el resumen de este torpe capítulo de nuestra historia será una concentración del capital aún más dura (una aceleración del proceso) en un panorama de empobrecimiento generalizado. Las pequeñas empresas sucumbirán por falta de músculo financiero para soportar las pérdidas, cediéndole su cuota de mercado a las grandes. Llevo ni se sabe denunciando el enamoramiento del palurdismo progre con las PyMEs; lo que veremos los próximos meses es que esas empresas familiares se hunden, dejando el campo expedito a las grandes firmas, las más de las veces extranjeras.

Esta crisis sanitaria ha sido narrada por el periodismo patrio de forma enormemente pobre, superficial, maniquea. Por ejemplo, siguiendo en el ámbito económico, se ha narrado la oposición en el Consejo de Ministros entre las posiciones de Calviño, retratada como pro-business, frente a las posiciones más sociales de Iglesias o Yolanda Díaz. Tal disyuntiva es falaz. El empeño de Calviño en retrasar el confinamiento, dejar a cuantos más sectores fuera de él, y finalmente reiniciar cuanto antes la actividad no conviene en modo alguno a la actividad empresarial más que en un miope y cerril corto plazo. Con el retraso en iniciar medidas se extendió la epidemia y aumentó el número de muertos, pero además se alargó el tiempo de cuarentena necesario y, por lo tanto, el daño a la economía.

Dejemos el número de viejos muertos al margen, ya que eso no importa a nadie (muchas veces ni a sus hijos, que los dejaron corriendo el riesgo en las residencias). En términos puramente económicos, una intervención temprana como la portuguesa o la alemana hubiera permitido salir de la crisis antes y en mucha mejor forma (hoy tanto Alemania como Portugal son dos de los Estados europeos en los que menos ha caído el PIB). Tomemos el caso portugués: esta temporada se va a ofrecer como un destino turístico con agradables temperaturas, interminables playas, gentes amables y libre de virus, frente a los tres colosos turísticos europeos: Italia, Francia y España. El gobierno portugués obró con prudencia, y ahora van a recoger los réditos de haber obrado sabiamente. Lo van a petar. Bien por ellos.

En el caso español, realmente, para mí es una incógnita cómo va a poder sobrevivir esta pedazo de mierda que es España sin el flujo de divisas que dejaban los turistas. Es lo que equilibraba nuestra balanza comercial, para pagarnos como país el resto de caprichitos que no sabíamos producir en España. Y es que hay que exportar mucha puta fresa y naranja para compensar las importaciones de iPhones y BMWs, más el petróleo para que funcionen éstos. En cuanto a las cuentas públicas, en especial de la SS… espera que me entra la risa.

Abro paréntesis para felicitar al Ken por elegir para dirigir el Ministerio de Hacienda a alguien sin ninguna formación económica (al menos no es una carrera del chichinabo, como el otro par). Por si alguien no lo sabe, privados de la política monetaria entregada la BCE, la política fiscal es la principal y prácticamente única palanca de mando para actuar sobre la economía. Había que congraciarse con la Gusanita y cubrir la cuota de andaluces y mujeres (o asimiladas). Tener de ministra a quien no ha cursado ni la macro de 1º en un momento de tensionamiento crítico del presupuesto es garantía de diversión. Como poner a un filósofo dirigiendo Sanidad o a un profesor dirigiendo Transportes ¿Qué podría salir mal?

Con la inteligencia que habitualmente caracteriza a la patronal, ha urgido una rentrée laboral acelerada, especialmente en el sector de la hostelería. La cuestión es que enfermedad no rima con turismo. A ver. Enfermedad. Turismo. No, no rima. En general el turismo es miedoso, y en concreto el tipo de turista que recibimos en España no es precisamente aventurero. En todo caso, busca emociones etílicas, no epidémicas. Si la represión fascista (con todas las letras, respondía al concepto fascista de Estado como unidad de destino indivisible) del movimiento secesionista catalán (maderos apalizando a personas que querían votar) echó por tierra el mito del buenrollismo español (digan lo que digan los periodistas patrios, esto allende nuestras fronteras supuso un enorme desprestigio a un país que se vendía como tolerante y democrático); la asociación de España con epidemia, además de forma persistente porque es muy posible que el virus se acomode y naturalice en nuestra geografía, convirtiéndose en endémico como la corrupción o la mediocracia (gobierno de los mediocres), va a ser la puntilla de la «Marca España».

Por lo tanto, estas posiciones que pretenden torear la realidad por la vía de negarla no pueden ser consideradas pro-business. De hecho, son la vía más rápida a hacer de la economía española un remake de Holocausto Caníbal.

Precisamente lo que le conviene por ejemplo al atribulado propietario de un restaurante playero es que esta pesadilla acabe, que el virus sea erradicado, y se restablezca la normalidad. La verdadera normalidad, con un bullicioso salón lleno de comensales, y no el patético panorama de mamparas y mesas vacías, camareros con mascarillas y clientes sin apetito por la aprensión y congoja. El beneficio de un local suele venir de esos llenos de temporada alta, con el 80% cubren gastos y a la mitad de aforo palman pasta y no les compensa estar abiertos.

Con esto no quiero yo agitar los pompones por Pablo Iglesias, un pobre diablo canijo, feo y contrahecho que al hacerse famosete empezó a resultar sexualmente atractivo a las guapetonas del chiringo (la erótica del poder, si es que al final no somos más que simios pelones). La novedad de su nueva condición le hizo perder la cabeza, la medida de sus capacidades y el sentido del ridículo. Sólo así se explica un error tan de novato como el chalet, destruyendo de un plumazo el personaje público que había tardado años en crear, con toda su épica vallekana. Ahora bien, en momentos difíciles su no tan extraordinaria como él piensa inteligencia, y una conciencia social aún no completamente embotada por las luchas identitarias, han marcado la diferencia en el gobierno (de nuevo mención también a Yolanda Díaz).

Y ya puestos a repasar la canalla política, hay también que reconocer el papel estelar de un Casado dedicado a aguijonear al gobierno desde todas las direcciones, lo cual reconozco que sirvió para dificultar más la toma de decisiones. Si abre la mano porque la abre, si la cierra porque la cierra, el niñato del PP no tenía más discurso que la crítica indiscriminada, pero guardándose mucho de proponer alternativas, fijar una postura incoherente (la que fuera, pero una). Este comportamiento miserable, porque no tiene otro nombre, hizo más difícil para el gobierno tomar la decisión del confinamiento, pues sabía a ciencia cierta (como así ha sido) que el PP procuraría sacar ventaja política de ello. Si el gobierno hubiera cerrado el 8 de Marzo en vez del 15, nos hubiéramos ahorrado miles de muertos, miles de millones en pérdidas, pero tendríamos al cachorrito de la Espe ladrando que por qué han cerrado si al final no era para tanto. Respecto al otro cachorro de la Espe y su troupe… infame. Para que Vox me sorprenda, para que puedan caer aún más bajo de la inmundicia… en fin, el espectáculo que han dado supongo que tendrá su público. Si España es un torpe marrano, la gente de Vox es su orificio anal.

¡Ah! Y mención especial a la muñequita naranja. Parece que tiene más cerebro que el Farlopito y ha optado por muy sabiamente ponerle freno a su piquito de oro. Nuevo cambio de rumbo de Ciudadanos de vuelta al Centro, tras inteligentemente renunciar a hacerse con el espacio electoral de la extrema derecha, ya tan concurrido. Veremos si ahora, de capitana, el navío aguanta el rumbo o vuelve a dar otro todo a estribor para que acabe vomitando y cayendo por la borda el poco pasaje que le queda. ¡Qué bonito será el mundo cuando gobiernen las mujeres!

Es verdad, se abre inciso para otorgar el premio «imbécil del año».

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Parece que triunfó la pancarta.

Eso sí, esas descerebradas tendrán que compartir el premio con otro personaje de su talla intelectual:

España es palurdismo, triunfa quien más estridentemente rebuzna.

Volvamos de nuevo, ya que hablamos de ornear, al periodismo español. El amo ha ordenado su ganado en dos recuas de pollinos, cada una con sus altavoces. Por lo general no pierdo mi tiempo y paciencia leyendo la prensa española, pero por motivos obvios he tenido estos días que prestar más atención a lo que sucedía en este cachito de mundo porque me afectaba directamente. ¿Qué me he encontrado? La prensa de la recua de izquierdas, procurando disculpar cuando no loar (cuánto sinvergüenza) la actuación del gobierno, mientras lanzaban críticas inmisericordes contra la presidencia de la CAM. La prensa de la recua de derechas, ensalzando a Ayuso mientras despellejaban con coherencia o sin ella al gobierno. Sin embargo, el comportamiento del gobierno ha sido muy similar al que podríamos haber esperado del ejecutivo de Raxoi. Al menos a mí, su comportamiento en esta crisis me ha recordado poderosamente al método muy conocido de Raxoi y sus mariachis de afrontar los problemas cuando ya no queda más remedio, y hacerlo al Spanish Style: con impericia e improvisación. Una puta chapuza, hablando alto y claro. Yo no veo diferencias con el estilo al que nos tenía acostumbrados el PP: tardaron en darse cuenta de la ola que llegaba y, cuando la tenían encima, reaccionaron con extremo autoritarismo para compensar la absoluta falta de comprensión del problema y de medios para solucionarlo. ¿Acaso podríamos haber esperado otra cosa de un gobierno de derechas? ¿Qué estaría diciendo la prensa progre si las mismas medidas, idénticas, tomadas en el mismo escenario dibujado por la epidemia, las hubiera tomado el PP? ¿También saldrían en defensa cerrada del gobierno como han salido?

Abro unos puntos suspensivos de reflexión: …

Y con exacta reciprocidad, ¿que diría la prensa facha? ¿También las criticaría con igual dureza que ahora?

Pues si la posición de quien escribe ante unas acciones idénticas no depende de la propia naturaleza de estas acciones sino del alineamiento político de quien las toma, es que ese texto, ese medio, es irrelevante. Dicho de otra forma, no es funcional para lograr el cometido de informarse. Pero es que éste nunca ha sido el objetivo de la prensa española, sino el de conformar y manipular la opinión pública, reafirmando a cada grupo en sus rebuznos.

Son basura. El periodismo en España está a la altura de su población, exactamente igual que su clase política. Escriben para débiles mentales porque conocen bien cuál es su público. Su función es la de cayado del rebaño, conduciendo a los animales por donde quiere el pastor. En este caso, sirviendo de lavandería para blanquear los errores de gestión de los cargos de la casa (además de echar mierda sobre los rivales). Si la prensa progre se afana en escribir panegíricos de Fernando Simón, presentándolo como un San Antonio redivivo, el InMundo nos presenta un publirreportaje de la Virgen Dolorosa.

Pues yo, señores, no voy a caer en esa trampa. Siempre he tenido difícil cabida en cualquier grupo y, aunque de adolescente pudiera resultar difícil, de adulto me he dado cuenta que no es sino motivo de orgullo. No busco ni reclamo la aprobación de nadie, y entiendo que eso es lo que esperáis encontrar entre estos cartones, porque para enjuagues ya tenéis los medios. Y con esa independencia de criterio afirmo categóricamente que el desempeño del gobierno central en esta crisis ha sido detestable, patético, un esperpento. Sin menoscabo que su lección palmaria de incompetencia haya podido ser potenciada en sus efectos por los ejecutivos regionales, con mención expresa al ejecutivo madrileño. Qué bien irá el mundo cuando gobiernen las mujeres.

Pongámosle nombres para dejarlo aún más claro: la singular ineptitud de Illa encontró en la extrema astenia intelectual de Ayuso un catalizador para que, entre sus dos equipos de gobierno, hayan provocado una masacre en Madriz de bastante más de diez mil muertos (más del doble de los 8.000 reconocidos, según el Registro Civil). Y esta masacre no se paga con un «lo siento» que ni siquiera tienen la decencia, la mínima honestidad de pronunciar. Sólo se paga con cárcel, y si los responsables de haber provocado con su incompetencia criminal 40.000 muertos no pagan con el resto de su despreciable vida en la cárcel es que en España no hay justicia. Y no la hay, sé bien que no la hay, porque es un no-país de mierda. Como ocurrió con el accidente de Angrois, aquí sólo paga el currito, pero nunca los responsables, que sólo lo son, y lo diré mil veces, para justificar sus abultados sueldos (estratosféricos, en relación a su capacitación para el puesto).

Y al Simón no le cabría otro destino en un país que tenga un mínimo de dignidad que la cadena perpetua por homicidio negligente de esas decenas de miles de personas que estarían hoy vivas si no hubiera emitido rebuznos tales como que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado» o que «no tiene sentido que los ciudadanos sanos usen mascarilla«.

Señalo estas dos porque son las claves de la extensión que ha alcanzado la epidemia en España: primero la inacción derivada de la negación, aún teniendo enfrente el ejemplo de Italia (por si no hubiera sido suficiente el de China o Corea). Y esa tardía y errática respuesta provocó el segundo error: la falta de equipos y, entre todos, el más crucial: un número suficiente de mascarillas para toda la población. Y ante esa carencia, el virólogo metido a político (porque es de lo que ha oficiado, sin respetar el consenso científico) engañó a la ciudadanía pretendiendo que era innecesario el uso de mascarillas en la contención de una enfermedad que se contagia por vía aérea. Hasta el chino más tonto, el coreano más torpe, habría torcido el gesto ante semejante imbecilidad. Y sí que había mascarillas. En el rural, muchos tenemos mascarillas FPP2 para la aplicación de productos fitosanitarios. En muchas industrias son de uso habitual y en muchas empresas y pequeños negocios tenían remanente de varias FFP2 y 3 que consumían habitualmente. Podrían haberse usado los primeros días de la epidemia y rebajado la tasa de reproducción, pero llegó el muy despreciable doctor desincentivando su uso. Cuántas vidas se podrían haber ahorrado si ese día, sólo ese día, se hubiera metido la lengua en el culo. Y si no había suficientes mascarillas, que no las había por la imprevisión del gobierno que sólo en el pico de muertes se le ocurrió sugerir a empresas españolas que acaso, quizá, podrían empezar a fabricar localmente mascarillas, se podría haber tomado ejemplo de países como la República Checa o Austria, que obligaban a cubrirse la boca para acceder a recintos cerrados. De no estar disponibles mascarillas, lo que fuera: una bufanda, una braga, un pañuelo… Pues si bien la eficiencia de filtración de otros tejidos es menor (un 70% en el caso de la tela de una camiseta de algodón, contra el 95% de una FPP2), habría sido suficiente para reducir la curva de contagios cuando a primeros de Marzo avanzaba sin control. Pero sugerir el uso de mascarillas caseras hubiera dejado en evidencia la incompetencia del gobierno, y prefirieron trasladar a la ciudadanía información falsa, en una decisión política de consecuencias luctuosas.

Tengo en mi mente una tercera intervención (no veo la televisión, y soy muy poco de picar en los vídeos de las páginas de noticias), en la cual el muy miserable excusaba que no se cerrase el país porque, a diferencia de la provincia de Hubei, «no tenemos a nadie que nos ayude», creo reproducir textualmente sus palabras (perdonad, pero ni me apetece buscar el vídeo). Yo escuché eso y en seguida me dije, pero miserable, si hubierais cerrado las áreas de mayor incidencia de contagios a tiempo (Madrid, Barcelona, Vitoria, Valencia, Haro), aplicando al resto un fuerte seguimiento de los pocos casos existentes para eliminar las cadenas de contagio, el resto de España podríamos haber seguido produciendo con normalidad para compensar la parada de los confinados. Dicho de otra forma: si en China hubiera habido alguien tan necio y cobarde como tú y el resto de «técnicos» y ministros, la epidemia habría salido de Hubei y extendido por toda China, con lo que habrían estado en la misma situación que España, con todo el territorio infectado tras la migración desde los focos de infección. Sólo la desbandada de universitarios, viendo las facultades cerradas, bastó para extender la epidemia por todo el territorio. Y no hubo nadie, nadie, de los miles de funcionarios de los ministerios encargados de la estrategia de lucha contra el virus, que se percatase de ello y diera la voz de alarma. Y si lo hubo, se calló o no le hicieron ni puto caso. Los técnicos. Los virólogos. En la empresa privada, los méritos se miden por los resultados. En la administración pública, todo se solventa con una palmadita en la espalda (menos la infidelidad al jefe). Si tuviéramos que retribuir al comité de crisis en justa correspondencia a sus méritos, acababan con el torso lleno de plomo. Se puede soslayar la ejecución por motivos humanitarios, pero semejante muestra de incompetencia exige condena. Clama al cielo y a los infiernos hacer justicia.

Lo he dicho mil veces en este blog: la responsabilidad debe ser real y proporcional a la altura del cargo. La incompetencia debe tener como consecuencia el cese en el mismo, sin opción a presentar la honrosa dimisión. Patada en el culo. Pero en el caso de incompetencia criminal en el ejercicio de sus funciones, debe haber consecuencias penales, y el reo debe responder con su patrimonio personal y su libertad por los daños causados a la sociedad. Al menos, así evitaremos en lo venidero por ejemplo que un piernas se atreva a aceptar el cargo de Ministro de Sanidad (o la Consejería correspondiente) sin estar capacitado para ello. Porque sabe que se la juega.

O Presidente del Gobierno. Porque sí, por fin tenemos un presidente que sabe hablar inglés y francés. Yo también, y no me considero ni mucho menos capacitado para un cargo que exige tener el Estado en la cabeza. Pero sí que lo estoy más que el Ken. Y que no me vengan con la patochada del capitán aposteriori, porque a priori yo tomé decisiones entre la última semana de Febrero y primera semana de Marzo, siendo consciente de lo que se nos venía encima. De hecho, clavé el momento en que el ejecutivo no tendría más remedio que echar el cierre ante la avalancha de muertos. Y dejando los asuntos laborales bien atados, me apresuré a hacer un mini-viaje, sabedor de que pasarían muchos meses hasta que pudiera volver a repetirlo. Así que si yo, que no soy ni mucho menos un genio ni tengo conocimientos de virología, fui capaz de anticiparme dos semanas a la decisión del gobierno, es que el gobierno estaba compuesto y asesorado por completos y exquisitos incompetentes. Hubo gente que fue mucho más lista que yo, mejor asesorada, e inversores internacionales ya abrían cortos en el IBEX35 a finales de Febrero, oliendo la sangre antes de que se produjera la herida. Una epidemia, un gobierno inepto: aquí hay comida.

Y por favor, no seamos tan débiles mentales de culpar a los tiburones de su apetito por la carne de besugo. No es nada personal. No es que el virus nos tenga manía. En España, ha habido una deficiente gobernanza que ha abierto las puertas a la epidemia. No, no es el único país en tener unos gobernantes ineptos, ni siquiera el peor. Menudo consuelo para los fallecidos.

Por lo tanto, a mí me llevan los demonios cuando veo los intentos de la progresía por justificar a un gobierno que siempre ha ido por detrás de los acontecimientos, aturdido como boxeador novato mientras un rival más diestro le va conduciendo a su antojo. Lo decía el otro día, a cuenta de las similitudes bélicas que tanto proliferan: si en vez de un virus hubiera sido un ejército invasor, hoy estaríamos vencidos y esclavizados. No por la tropa, mal pagada y pertrechada que ha dado un ejemplo de gallardía, sino por un generalato manifiestamente incompetente, corto de entendederas, incapaz de prever, anticiparse e imponerse al enemigo.

Ante la falta de comprensión de la amenaza y los medios para hacerle frente, tomaron el camino de la privación masiva e incongruente de libertad, permitiendo actividades con alto riesgo de contagio (los supermercados, y luego los centros de trabajo, recintos cerrados con personas sin protección ni normativa de recirculación de aire, se han convertido en focos de diseminación de la enfermedad, la ocurrencia de las peluquerías ya es el summum del desatino, se sale de la escala) mientras que otras completamente seguras eran perseguidas con saña (como un ciclista saliendo a rodar por la carretera, con la prensa haciendo de fiscal inquisidor).

Y es que la legitimidad de un gobierno de negar derechos fundamentales llega sólo hasta donde supone evitar un mal superior, esto es, sólo se pueden prohibir aquellas actividades que suponen un riesgo de propagación de la enfermedad. Pero ni un paso más allá, y si una actividad es segura, nadie ni nada podría sancionarla en un sistema garantista. Lo que ha ocurrido estos días, para un pueblo celoso de su libertad, exigiría no menos que guillotina. Pero el carnicero de Ferrol debe ser que hizo buen trabajo extirpando del pueblo español el humano anhelo de libertad y el coraje para defenderla. Pueblo de puercos adocenados que conducen al matadero sin reproche ni atisbo de revuelta, gentes abyectas, policías de balcón que convirtieron el distanciamiento social en una penitencia. Hemos dado una triste imagen, pueblo aborregado y liberticida, que es capaz de autoinfligirse el máximo castigo y ni siquiera así es capaz de autoprotegerse. Ante mis ojos, estas semanas, he visto cómo se compaginaban los pulsos autoritarios con las conductas de riesgo, sucediéndose con la mayor naturalidad. El español es un animal que ni tiene inteligencia, ni tiene dignidad: carne de matadero.

Porque una sociedad digna, con respeto a sí misma, es exigente con sus gobernantes, pues comprende que sólo son los encargados de administrar un patrimonio que pertenece a todo el pueblo: el Estado, del cual son meros empleados. Éste no es evidentemente el caso de la cochambre española, que lame las botas a su señor y ladra a quien éste le señala; pueblo de siervos, de lacayos, de arrastrados que llevan inscrito en los genes su condición servil. No es ya que no haya hombres libres, es que no hay ni siquiera hombres.

Cambiando de palo, os propongo un detalle muy revelador de la disfuncionalidad de las administraciones públicas. El Ministerio de Sanidad tiene, si mal no recuerdo, unos 5.000 chupatintas. Son pocos porque las competencias están transferidas, son sólo eso, chupatintas, funcionarios cuyo cerebro está limitado por las paredes de códigos, reglamentos, órdenes y regulaciones. Y ni entre esos 5.000 comepollas fueron capaces de lograr lo que el jefe de Inditex logró con unas llamadas: contratar un flete y traer equipamiento sanitario a España. Esos 5.000 cerebritos de papel oficial tuvieron que recurrir a intermediarios cutres que les engañaron como a chinos, mientras que a los que gestionaron los fletes de Inditex, por lo que sea, pero es más difícil engañarlos. Podríamos pues sustituir con ventaja a esos 5.000 incapaces, impotentes, del Ministerio por los no más de 50 empleados de Inditex que gestionaron esa compra y envío. Les pagamos diez veces el sueldo que pagábamos a los funcionarios, y aún ahorraríamos un pastizal.

Es que de eso se trata. El gobierno, desde el principio, ha pretendido que esto de la epidemia le saliera barato. No hicieron acopio de mascarillas, respiradores o test en Febrero (como sí hicieron países mejor gobernados, como Alemania), para ahorrar unos euros (hubieran sido acusados de despilfarro por el niñato del PP). Permitieron concentraciones multitudinarias para no soportar el coste electoral de impedirlas. Dilataron el cierre procurando minimizar la factura económica que comportaba, y por la misma razón abrieron cuanto antes. Y siguen abriendo sectores económicos que son absolutamente incompatibles con una epidemia activa, siempre procurando regatear la factura económica y electoral. ¿Sabéis a qué me recuerda eso? Al que posterga una reforma en el tejado para ahorrarse unos duros. Al que ahorra poniéndole al coche los neumáticos más baratos que encuentra o que posterga el cambio de aceite, creyéndose muy listo por los cuatro euritos que se ha ahorrado. Dicen que el dinero del pobre recorre dos veces el camino. El del gobierno necio, cientos de veces. Porque los millones «ahorrados» procurando hacerse trampas al solitario con el virus se han convertido en una factura de 40.000 muertes y una caída del 13,6% del PIB (unos 200.000 millones de ouros). Podéis agradecerle su agudo olfato económico a la muñequita rusa hija de papá sociata, bien colocadita en las instituciones europeas. Nos han salido caras de cojones sus economías.

Así como no hay una prensa al servicio del lector, de la sociedad, pues toda ella responde al esquema del Marca-Mundo Deportivo, escrita para una particular hinchada y con relaciones incestuosas con las cúpulas de los respectivos clubes, tampoco la misma sociedad española es capaz de superar su condición servil y considerarse a sí mismos ciudadanos en vez de súbditos. Esta crisis ha demostrado prístinamente de qué materia (fecal) están conformados los españoles. En vez de superar las convenciones de la política de partidos y ser todos exigentes con los distintos ejecutivos que gobiernan el Estado, se han alineado de acuerdo a las líneas dictadas por la prensa con sus colores respectivos, modulando los rebuznos según el gobierno fuera de uno u otro signo. Pero si el virus está matando sin preguntar nuestra filiación política, y la ineptitud de los elegidos porque no había nada mejor entre las papeletas agrava la situación para todos, no sólo a quienes los han votado. ¿A mí que más me da los colores de quien gobierne? De todas formas le estoy pagando y le exijo a cambio competencia. Un pueblo honorable, orgulloso, estaría exigiendo la depuración de responsabilidades, con condenas proporcionales a la incompetencia demostrada y el escalafón en el cargo. Y lo veo pegándose unos a otros zurriagazos, defendiendo a su cacique como la quinceañera descerebrada arañaría la cara de quien desmerezca el valor de su ídolo del pop, aún cuando la estrella desconozca la misma existencia de esa granulosa y patética adolescente y sintiera el más absoluto de los desprecios de hacerlo. El español es un animal de bellota sin dignidad, condición en la que es evidente que no tiene remedio.

Con su cobardía política e ineptitud han puesto en peligro mi salud, la vida de mi madre, y aún encima voy a reírles las gracias. Porque somos coleguis, todos somos de izquierdas, compañeros y eso. Ahora somos compañeros. Ya.

De izquierdas, pero renunciando a nacionalizar sectores de la economía (como están haciendo otros países europeos, muy en particular en el sector de las aerolíneas) y haciendo uso indiscriminado de esa Ley Mordaza que prometían hace dos legislaturas derogar. Sobre el tema de la entrada del Estado en las empresas que rescata (lo más justo, como exigiría cualquier otro inversor que aporta capital para salvar una situación de insolvencia), no hay ni un comentario en este ejecutivo tan de izquierdas. Hay un frenillo en el cerebro de los progres, incluso de algún ministro con carnet del PCE, que les impide ni siquiera plantearse la posibilidad de la participación estatal en la economía, especialmente en empresas industriales (la política económica franquista era de carácter más socialista que la propuesta por este ejecutivo «de izquierda radical» como le llama la caverna, y acaso suene chocante, pero es rigurosamente cierto). En su lugar, el gobierno ofrece a las empresas en apuros deuda avalada por el Estado, que significa que si las cosas van bien la compañía seguirá reportando dividendos a sus propietarios, y si va mal, las pérdidas nos las comeremos entre todos.

Pero no se puede hablar mal de ellos, porque son de izquierdas. Ya. Claro. Puño en alto en Rodiezmo.

De verdad, quien se trague a estas alturas el rollo de izquierdas y derechas, progres y fachas, buenos y malos según cada uno sienta los colores, es que es tonto de capirote. La política de partidos no es más que un teatrillo para confundir al personal y ofrecerles una apariencia de alternancia y diversidad de opciones en lo que sólo es una refinada maquinaria de explotación de las clases propietarias sobre las clases trabajadoras. Es decir, el resto, el puto pueblo, por si alguien no se daba por aludido.

Es notable cuánto nos vamos asemejando a gringolandia, también en su aparente paradoja de una sociedad cada vez más fracturada en los dos bloques políticos, al mismo tiempo que se difuminan las diferencias reales entre esos dos bloques. Cuanto más se ofrecen como ontológicamente antagónicos, más sus politics convergen. ¿Alguien piensa que la situación para un currela gringo cambiará mucho con Biden de presidente? ¿Habría cambiado de salir elegida Killary?

Muy politizados, pero cada vez se habla menos de Política. Esto es trifulca de asquerosos futboleros, cada uno defendiendo sus color corporativo; una involución a la política caciquil del nefasto s.XIX español (como el resto de siglos, porque para España no hay siglo que no sea de desgracias, por qué será).

Por poner otro ejemplo de realidades que contradicen las etiquetas y logos comerciales de los partidos. En el plan de economía stop&start del gobierno, confeccionado con la misma inteligencia y capacitación que el resto de ocurrencias con que nos ha regalado estos días de confinamiento, pretende redistribuir el sufrimiento de la crisis entre todos los actores económicos para evitar la pérdida de tejido productivo. ¿Todos? No. Vamos a explicar un poco la cuestión: para que una empresa pueda sobrevivir a un parón de varias semanas en la actividad deben anularse los gastos fijos (toda vez que no hay gastos variables con las máquinas paradas y los trabajadores sometidos a ERTE). Algunos como los de administración, publicidad… dependen de la propia empresa, pero quedan las obligaciones con terceros, como el servicio de la deuda (tanto bancaria como papel comercial), los impuestos y el pago de leasing y alquileres. Para ello, debería establecerse un periodo de carencia sobre la deuda (jodes a banca y bonistas), una moratoria fiscal, y la suspensión de las cuotas de leasing y alquileres (jodes a los propietarios inmobiliarios). De esta forma, una empresa puede sobrevivir meses con la cabeza bajo el agua, pues no gana, pero tampoco arroja pérdidas. Pero si sólo aplazas los recibos, como ha ofrecido el ejecutivo, una empresa que no factura pero consume recursos empieza a anotar pérdidas y el empresario (que puede ser tan humilde como el dueño de un bar o una ferretería) prefiere echar el cierre.

Es curioso cómo en este país, la propiedad inmobiliaria está blindada: los propietarios de los locales deben ganar, sí o sí (sólo se contempla una quita del 50% en el caso de grandes propietarios, pero aún así ese 50% es inasumible para una empresa o particular cuyos ingresos han caído un 100%). Sin embargo, lo que es imposible para un ejecutivo «socialista», no lo es en la Francia del ultraliberalismo salvaje de Macron: que sí que contempla la suspensión del pago de alquileres para PyMEs. Es decir, que los propietarios de bienes inmuebles arrendados soporten parte del sufrimiento por la crisis (lo decente hubiera sido hacerlo extensible al residencial, al menos en familias afectadas por la crisis).

Al final, la realidad es contundente y ajena a las etiquetas autootorgadas.

Así que, ya para terminar: no se llega a ser el Estado con mayor mortalidad por el COVID-19 por casualidad (no, no es Bélgica, en Bélgica lo que han hecho es un ejercicio de honestidad). Y eso, a pesar de haber tenido mayor plazo para artillar una respuesta que otros territorios (en concreto, los países asiáticos). Los intentos de la bancada progre de aún por encima hacer creer que todo se ha hecho estupendamente me parecen una muestra de cinismo infame. Los españoles somos estupendos, es el virus el que nos tiene manía. Una posición tan cómoda como cobarde que lleva dando sus frutos los últimos siglos.

Y ya para terminar, permitidme un detalle personal que me atormenta, para ilustrar la colección de incongruencias con la que este gobierno de completos incompetentes ha conducido nuestra vida estas últimas semanas. Mi madre lleva casi dos meses encerrada en un piso en una de las ciudades más afectadas por la epidemia, donde le cogió el confinamiento mientras visitaba a su hermano. Los primeros días cogían el coche para salir a pasear al campo. Era una operación sin ningún riesgo: bajar al garaje con la mascarilla y guantes, por las escaleras, y una vez dentro podían ya saberse seguros (dentro de un vehículo con las ventanillas cerradas, el intercambio de aire con el exterior se realiza a partir del filtro de habitáculo, un circuito completamente seguro). Apartándose unos pocos kilómetros de esa capital provincial, tenían una inmensa extensión de nada en la cual deambular con seguridad. A los pocos días los perros empezaron a poner multas y se tuvieron que enclaustrar, y así siguen, en reclusión domiciliaria por la imbecilidad de un gobierno que, insisto, cubrió su ineptitud con autoritarismo. Salir a la calle a las horas previstas es demasiado peligroso (mi madre es octogenaria y mi tío tiene una enfermedad coronaria), y la alternativa segura les es vedada por la irracionalidad de un gobierno de ineptos.

Yo mismo, que resido en una villa donde la enfermedad está golpeando mucho menos (densidad demográfica manda), me encuentro ante la esperpéntica norma de que no puedo alejarme de mi domicilio más de 1km, cuando precisamente es ese primer kilómetro en el que me alejo de la villa en el que me voy cruzando con otros paseantes (es decir, en el que existe riesgo de contagio). Más allá de la zona de chalets, en pleno campo, las probabilidades de coincidir con alguien se reducen en función cuadrática con la distancia al núcleo urbano. Y, de nuevo, la alternativa segura es absurdamente prohibida, promoviendo una mayor densidad y por lo tanto peligro de contagio. Todo en aras de un impulso de control social propio de… los herederos ideológicos del fascismo español.

Por supuesto, la escoria pepera no le va a la zaga en imbecilidad y por ejemplo al Carapolla no se le ocurre mejor idea que cerrar los grandes espacios abiertos de Madrid (el Manzanares, la Casa de Campo), donde podría diluirse la enorme densidad de población de la capital. Y a estas alturas, debería ser evidente hasta para el menos dotado por la naturaleza, que la densidad de población es el principal parámetro que facilita la expansión de la epidemia y reducirlo debería ser pues el principal cometido de todo cargo político que no tenga mierda por cerebro.

No voy a hacer una relación exhaustiva de las incongruencias de las Órdenes del gobierno desgranadas en BOEs redactados por retrasados, pero la que mantiene a mi madre consumiéndose en un piso, dos meses dando paseos por el pasillo para mantener activo su metabolismo, ésta la tengo grabada a fuego.

Un elemental sentido de la justicia exige un castigo acorde al daño infligido a la sociedad. Donde no hay justicia, hay impunidad, que es el espacio que está intentando construir la prensa para los de su cuerda.

A la hoguera. A la hoguera todos. Canallas. Cretinos. Asnos.

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